28 febrero 2012
radares torpes
“Una de
los factores que agrava las crisis económicas es que los mercados financieros
se mueven a la velocidad de Internet –escribe Moisés Naím en El
País 26.2- mientras que los gobiernos lo
hacen a la velocidad de la democracia.” Cuántos metros por hora avanza ésta
en una crisis y cuántos en plena formación de una burbuja es menos interesante
que preguntarse hacia dónde los avanza. Si las crisis económicas rara vez se
dirigen hacia una democracia, sino en dirección inversa, las democracias
parecen preferir encaminarse a la siguiente crisis. Como si el único camino que
lleva a una democracia sensata fuera el que viene de una forma más o menos
amanerada (véase Venezuela o Irán hoy) o perfecta (Corea del Norte o Afganistán
dentro de nada) de totalitarismo. Y de la democracia solo existieran autovías
que llevan a la crisis. Por lo demás, que la velocidad de un gobierno equivalga
a la de la democracia es un hecho triste, dado que a los primeros no les
interesa el horizonte sino los mandos de la carreta y la segunda es un órgano
de convivencia indefenso ante sus propias torpezas e ignorancias. Clásicamente
humano, el rumbo hacia el desastre anida en un sentimiento y no en razones, y
la prueba es que el amor de los mercados financieros hacia la democracia y el
egoísmo o la inepcia gubernamental es el del tumor hacia el cuerpo que lo alberga.
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