22 diciembre 2007
deontologicus rex
Refiere El País hoy viernes de la publicación de un informe editado por el colegio de periodistas de cataluña en el que se afirma que la teoría de la conspiración ha socavado la profesión, la deontología periodística. En una de las páginas vecinas, se lee acerca de los problemas de renfe en cataluña estos días algo así como que la construcción de las líneas ferroviarias avanza mucho más lenta que los trenes que después los recorren. Y posiblemente las dos noticias hablan de los mismo: una vez lanzados, la propia velocidad hace irrelevante la observación, el juicio o simplemente la memoria de lo que hubo de hacer, o deshacer, para llegar a donde se está. Como en aquel aserto de Churchill, el periodismo es, en la medida en que puede, la continuación de las guerras por otros medios, y a qué repensar si el verbo lanzar sirve a las bombas como a los ejemplares que salen de la rotativa. Dentro o fuera del periodismo, la deontología es generalmente un fósil en manos de los reptiles, y como éstos, el sol que más calienta es el que les permite comer. Como sucede con las iglesias, esparcir las heces de la duda es la primera norma si quieres aspirar a que alguien las considere viables, porque conlleva reconocer como sacerdote a quien las erige. Es generosamente elegante tildar de bastardos los intereses que mueven a la cope, el mundo o telemadrid a ensuciar de mentira las chiqueras en que han de salir a alimentarse y alimentar a los demás. Es sólo contabilidad, balances, ejes de ordenadas y abcisas. Las mismas con que la iglesia hace sus cruces. Al respecto, impagable el artículo de Millás, también hoy.
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