12 julio 2007

segismundia, hoy

No era M. hombre dado a ensoñaciones más allá de su labor de posible novelista adusto –realista, decía a sus amigos- y de la pulsión poética que practicaba como un topo la claridad. La noche que despertó inquieto halló una docena de libros apilados al pie de la cama. Dado que no estaban ahí cuando se acostara, se incorporó y uno a uno los hojeó, primero incrédulo, y al poco color violeta. Ahí estaba, encuadernada, toda la obra que, en términos de puro peso, ambicionara ver publicada algún día desde que empezara a escribir, tres años antes. Obvio que no reconocía una sola línea, pues aún no las había escrito, revisó las fechas de edición, proyectándose éstas décadas hacia delante. Se sintió satisfecho de la mayoría de portadas, tocando con los dedos la parte en que su nombre impreso. Revisaba un tomo que contenía una novela de temática amorosa cuando en un instante aceleró ese paso por el paraíso y en un pestañear los hubo aferrado y suelto todos, una mueca de decepción se posó en su cara mientras los dejaba en el suelo de nuevo. Ni una obra de teatro –medio pronunció. Se embutió en las sábanas y se volvió, dándoles la espalda, a merecer más suerte por la mañana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¨Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.¨

(Fin Acto Segundo.La vida es sueño,Pedro Calderón de la Barca)