16 julio 2007

troya desde el suelo

El estremecimiento del caballo apenas se sintió dentro de las murallas, y ni siquiera el estruendo de la boñiga al alcanzar el suelo. Negruzca y humeante, aún permaneció inmóvil unos minutos antes de que la rendija terminara de abrirse para que los de dentro pudieran ver también a ras de tierra.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

torero!

Anónimo dijo...

Le extraña (a él) la costumbre por la cual los presos van cada día construyendo, como ofrenda a un dios que proporcione un horizonte mejor, una escultura que consiste en colgar del ginko-bilova, la raza del árbol milenario que hay en el patio, sus excrementos secos atados con hilos de seda. Una vez le había dicho Lee-Kung (su ex), De ese árbol sacamos el ginseng.

Anónimo dijo...

pues vaya mierda...