Cortedad de España
Ninguna
de las cuitas, representadas y reídas estos días en el Matadero, del infeliz
Juan de Silva, gallardo hidalgo que encabeza La cortesía de España, de Lope, causaría
más sorpresa, cuatrocientos años atrás, que el que las carcajadas más claras
suenen cuando aquel resume su caballerosidad extremada, desproporcionada
incluso entonces, en el ser español. Más peculiar es que esa garantía presumida
de nobleza y fiabilidad no cause tanta risa como que eso –ser español- pueda
ser motivo de orgullo tomado en serio. Magníficamente servido por Francesco
Carril, tanto dechado de honra solo mueve a chanza hoy si presume de lo único
que nadie en sus cabales alardearía. Lope no lo puso en su texto porque tal era
impensable en tiempos del Imperio regido por Felipe IV. El logro actual es
dudoso, pero al menos, honesto. Reír lo que no somos es, con suerte, la mejor
forma de dejar de no serlo.
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