29 noviembre 2010

Los malos diccionarios, 1

Cita a Jean Claude Trichet Joaquín Estefanía, hoy en El País: “la conducta observada por los mercados financieros es difícil de reconciliar con la hipótesis de la eficiencia de los mercados”. Y quizá porque “hipótesis” carga ya con no poca dosis de ironía, se desdeña la más obvia carga de irrealidad en la cita: que no puede haber distingo entre la “conducta” y la “eficiencia” de algo, cuando una es sinónimo de la otra. No otra cosa que eficientes son los mercados que cargan contra la debilidad de la deuda soberana de los países con más problemas para devolverla cumplido el plazo. La eficiencia de un tiburón radica en ser fiel a su más arraigada conducta. Y los mercados financieros son una clase de predador, al que sólo una inepta confusión con el gen del que derivó –los mercados, y su arcana función de cruce visible para la oferta y la demanda- puede atribuir funciones de equilibrio, de reparto, de armonía alguna. Al contrario que los órganos reguladores, las multinacionales de la auditoría, o los gobiernos que ampararon y jalearon el camino al desastre, los mercados financieros hacen exactamente aquello para lo que fueron diseñados.

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