30 noviembre 2010

Extráñalo como puedas


Uno de los mejores rasgos de la parodia es que, lograda con la suficiente brillantez, deja de necesitar el objeto sobre el que proyectada la burla. Llegada a nuestro país a principios de los noventa la saga del teniente Drebin –majestuosamente nombrada aquí Agárralo como puedas-, escasamente podían sus tropelías beber aquí de la serie de televisión de la que los hermanos Zucker y Jim Abrahams extrajeron para el cine el personaje que fijaría para siempre a Leslie Nielsen entre nosotros. Que el parecido no requiera del modelo original es un triunfo. Al que, paradójicamente, Nielsen no dejó desde entonces de sumar el “fracaso” correspondiente: raramente película alguna que retomara el género de parodia que él inmortalizó ha podido, desde entonces, prescindir de su rostro como vehículo, como marca reconocible. Entrañable, investido de una dignidad de la que sus películas-patochada son sus principales beneficiarias, Nielsen traiciona finalmente, con su muerte, la norma sobre la libertad respecto al modelo: uno observa su rostro impreso estos días en todas partes, y ve a ese clon: el cardiólogo Valentín Fuster. Justo ahí nos duele.

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