08 enero 2008
diario de la mujer del césar, 2
Iba uno a escribir acerca de las rebajas que empezaron hoy y las que llevan meses prometiendo unos y otros a vueltas con la presión fiscal, acerca de ese común Nos devuelven el dinero, que en el segundo caso viene a demostrar que no quedamos satisfechos y por eso. El caso es que uno cumple ya una semana devolviendo un euro diario a abc y ya faltan armarios para tanto desvarío. No puedo quejarme de lo que hacen con mi dinero, pues, leyendo la columna de pablo sebastián hoy, se maravilla uno de la cordura que puede comprarse, aunque siete días de lectura den ya para la sospecha de que en realidad es uno solo el que lo escribe entero, las setenta páginas del periódico. Cortados –a pelo- por un patrón idéntico, avanzan sus titulares cierta variedad de ángulos del mismo tema –la inepcia gubernamental en sus diversas posibilidades- que luego su lectura despeja en tres líneas para recitar el corpus del desastre. Por referencias duele Sebastián, no por su ideología –que allá cada cual mientras no haga de su inteligencia un saco roto- sino por lo que el desvarío siembra de absurdo en su discurso. Así, viene de mentar el desgaste del gobierno cuando clama el “atreverse a reclamar el socialismo los éxitos económicos como propios”. ¿De quién son, sino? Escribe hoy Estefanía en El País que ni uno sólo de los datos macroeconómicos del anterior gobierno ha quedado sin mejorar. Si la desdicha actual inflacionaria es responsabilidad exclusiva del gobierno –y lo es, por supuesto- entonces ¿no ha de serlo también lo logrado en los cuatro años previos a esto? No es ideología, sino sentido común. Escribe Sebastián después que del pacto con erc nació la metástasis institucional –probable-, la ruptura confederal del modelo autonómico –probable-, la negociación con eta -????- y los ataques a la corona -??????-. ¿Estima Sebastián como prueba de la voluntad gubernamental de negociar con eta aquel desvario –uno más- de carod al presentarse en solitario ante eta con aquella propuesta tan típica de su lucidez? ¿es la coalición con erc la responsable de negociar con eta? No, claro que no. Sólo un idiota pensaría eso. Otra cosa es que se decida que la razón verdadera del malestar –la negociación en sí, haberla intentado- bien puede juntarse a la hora de denunciar el desastre con aquella estupidez que tratara carod. Total, si quien nos lee espera que lo escribamos todo, qué puede importar hacerlo en la misma frase, sujeto uno, predicado otro. El procedimiento sirve también para explicar lo de los ataques a la corona. Aquí Sebastián escribe la mezcla de la postura republicana y nacionalista de erc con el hecho de que el rey sea, desde lo de chávez, árbol rentable al que arrimarse, amén de automatismo en ese periódico, claro. Más: junto a la “consabida fractura de la convivencia nacional”, embosca la Ley de la memoria histórica en un “regreso a los debates de la guerra civil”, tal vez ignorando que la ley pretende corregir los tiempos en que la judicatura franquista mandaba la gente a morir fusilada sin mayor “debate”. Vuelve a erc para decir que su presencia en el tripartito “ha sido el motor de explosión de los pactos de la transición y de la unidad contra eta”. Las subvenciones por alquiler para jóvenes son cebo para “un suculento cuerpo electoral” –no como las promesas de rebaja fiscal que rajoy va a pasear por españa de aquí a marzo, o eso que ya anuncia en vallas de “llegar a fin de mes”. Como corolario “los electores ya saben, o debieran saber, quién de los dos candidatos puede empeorar la situación”. Dirigía Sebastián en 1992 un periódico al que pusieron de nombre El independiente, y en aquellos tiempos uno acababa de entrar a trabajar en la agencia de publicidad que venía de hacer la campaña de lanzamiento del periódico. En el anuncio, un hombre restallaba oratoria delante de un micrófono, en un escenario clásico de un mitin. La cámara le mostraba desde el punto de vista de quien escuchaba y poco a poco iba girando con él en el centro, hasta ubicarse justo detrás, entonces veíamos al hombre que, asomado al escenario a través de una pequeña obertura en el suelo, tenía en los teatros antiguos la función de repetir el papel por si el actor lo olvidaba, o de ir leyéndolo para que aquel pudiera declamarlo. No escribimos al dictado –decía el anuncio. El símil funciona sólo por aproximación, dado que lo que falla aquí, y a lo largo de todo ese periódico, no es la opción legítima de escoger desde qué lado se habla, sino la desenfocada de ira, rencor o lo que sea, que pasa, en la misma línea, de defender unas ideas a atacar, ofuscados, otras a las que, probablemente, para sobrevivir, les basta no ser lo que les llaman. Lo escribe el Roto hoy: necesitamos fervientes católicos o, en su defecto, fanáticos anticlericales.
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