Abría el sábado abc con un titular bajo –al uso, diríamos- que anuncia que “los españoles rechazan el optimismo económico exhibido por zapatero”. Sigue: “presume de crecimiento y empleo, mientras el CIS refleja una gran preocupación por el paro, la vivienda y la situación económica”. Dentro, un columnista insulta el papelón hecho con eta como prueba de que la economía no puede haber ido bien, o poco importa. Más a la izquierda, y no habiendo índice de superávit moral a que atenerse, otro columnista insulta la tibieza de rajoy por no condenar el matadero de niños –literal- en que ha devenido españa a causa de la ley del aborto. Cita a aquel cuando dice haber justificado la connivencia del pp en ese tema como fruto del consenso, entonces le recrimina falta de ímpetu moral, cita el Apocalipsis, clama un régimen ético nuevo. Más dentro aún, se lee que “pese a la opinión que refleja el CIS, zapatero subrayó que en esta legislatura el crecimiento económico ha sido intenso, se ha creado empleo como en ninguna otra, se ha vivido el periodo más fértil de paz social y se han subido las pensiones mínimas un 30%. Según zapatero, en estos cuatro años la economía ha crecido un 3,7, algo que no ha logrado ningún país desarrollado y las cuentas públicas han registrado superávit todos los ejercicios frente al déficit con que se cerró 2003. Los ciudadanos no coinciden –concluye el editorialista- pues el 31,6% de los españoles juzga la situación económica mala o muy mala. Además, un 32,3% augura que el próximo año será peor”. Concluye que el barómetro deja claro que zapatero ha dilapidado la herencia económica que recibió de aznar –bueno, escribe del gobierno de aznar, y de esta forma quizá lo aclara todo, pues zapatero es, en este periódico, él solo, sin gobierno que le anteceda, y así es difícil.
zapatero es, en la fotografía que acompaña el artículo, la máscara de un bienpensante si escrutado sin recelo, y la de un lelo si con él, aunque en esto su cara sea apenas el reflejo del alma de quienes seleccionan unas imágenes y desechan otras.
Leído una segunda vez el tramo del texto que enumera los logros económicos del gobierno, se advierte que nada tiene que ver lo que presume aquel de lo que echa en cara carecer el CIS.
De semejante cuajo se hace un queso, uno de esos en porciones estadísticas de pesimismo para definir la situación económica. Es una imagen que se pretende valga así, no sólo más que mil palabras –que para eso no hace falta ni periódico-, sino más que esas tantas cifras, pues cómo tomar en serio las macrocifras cuando los adjetivos dicen lo contrario, y si suficientes pronuncian “mala”, callen los números. Es obvio que el quesito está hecho de porcentajes, y que por lo tanto, son sólo números contra números, y que en un país normal 2.462 entrevistas no dan para modificar o restar credibilidad a las cifras anuales que se elaboran a partir de millones de datos, obvio que en esto no se tiene en cuenta lo improductivo que es leer el periódico como lo que es cuando lo compras para que sea lo que uno quiere. Obvio también que nada de lo que enumera zapatero tiene que ver con el futuro, sino con lo que hemos tenido, y que la proyección más negra sobre lo que ha de venir no cambia una décima los incrementos del PIB, del superávit, de la creación de empleo de que se está hablando.
Más a la derecha, el enésimo columnista titula El balance y los errores. De lo primero no hay una sola cifra que ponga en duda el resumen económico, sí mucho de eta, ese quesito negro y apestoso que tanto sirve, al parecer, para los rotos de los trenes que no se juzgan bien, como para los descosidos con que llegan al CIS los libros de cuentas del gobierno.
Tan legítimo es, desde un lado, lucir lo que se pueda como, desde el otro, sacar tantos cadáveres como se sea capaz –literalmente, incluso, tal es el caso-, y sin embargo suena a práctica de matadero (casquería o lomo, todo es carne) el apuntar al cálculo equivocado con eta como gran pifia gubernamental tras haber dedicado inmensos esfuerzos durante los cuatro años de la legislatura en hacer creíble ese otro cálculo de la sospecha que es ver a eta donde los jueces no. Calcúlese el coste de las 2.462 entrevistas que hacen irrelevante la política económica, pues quizá dé para ahorrarse jueces, incluso ministros, ojalá parlamentos enteros, si todo lo que hace falta es poner el CIS a gobernar.
Es a esos ojos que poco importa que el sol que más calienta cree cáncer a su paso, si el paso da para ahorrase la intemperie de la oposición. Al cabo, el sistema no puede fallar pues se basa en lo poco o nada que hace falta aquí saber de un tema o entender sus causas para elevar la voz, ya sea para clamar contra egipto o contra los mares que no se están quietos al cruzarlos.
Nada lo cuenta como la proposición con que se inicia la retahíla de logros, ese “Según zapatero, la economía ha crecido un 3,7…”, que, dado que antecede a información económica contrastada y no a folclorismos de la opinión, suena a la sospecha de ver escrito “Según zapatero, la tierra gira alrededor del sol”.
Uno distingue dos claves de la mentira ubicua: una es la imposible concesión de tener que admitir que el otro acierta, que la incapacidad absoluta del contrincante es sólo relativa, y ese un miedo a la verdad simple que quizá venga, no tanto de las filas contrarias, sino de las propias, de quienes llevan dentro Apocalipsis suficientes como para temerles por igual en las duras y las maduras, aquello de criar profetas sin preocuparse por los propios ojos.
La segunda explicación posible es el formato -socialmente extendido hasta la asfixia- en que son los micrófonos los que legitiman la opinión, como si la mera atención fuera la osamenta de lo que se dice. Cualquier partido en la oposición ata su destino, o al menos el de sus quejas, a esto, pues nada como proferir la indignación individual para socavar las pruebas globales, aunque se den en planos incomparables. Toca a abc citar el CIS como mañana será el país quien lo haga, y si con ello volvemos más y más frágil el entramado de respetos y asunciones que debiera ser una democracia a salvo de mercenarios de la falsa razón importa poco puesto que nadie ha de venir a demostrarnos lo que echar de menos. En cualquier caso es todo un asunto de mimetismo y correspondencias, pues si las religiones actúan como partidos políticos, por qué no ha de manejar un partido las irrefutables pruebas de que viven aquellas. Como si soldado y víctima de ambas, el CIS ni da ni quita, sólo ayuda a su señor de turno.
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