17 diciembre 2014

que la fuerza te acompañe hasta Hadyn


Cuando uno tenía 14 años, un compañero de clase me regaló, en el turno del amigo invisible, un disco de John Williams, la banda sonora de El imperio contraataca. Como la propia fuerza Jedi, uno no entiende de dónde extrajo aquel chico la influencia, qué pista pude haberle proporcionado en una conversación buscada a tal fin, dado que justa esa es la primera banda sonora que uno tuvo. Cientos le siguieron, primero en vinilo, después en cd. Y a uno le gusta pensar que aquel disco es el origen, la causa exacta de que, treinta años largos después, uno tenga dos discos de ópera y música clásica por cada banda sonora. Hasta cinco conciertos de música de cine tendrán lugar en las próximas semanas en el Auditorio nacional y el teatro de la Zarzuela. Y como ocurría hace unos días en el mismo Auditorio, probablemente muchos de los asistentes serán niños acompañados de sus padres. Toda puerta a la música clásica es buena, para empezar porque no hay muchas que funcionen. Y otra de ellas podría ser la que el Cuarteto de cuerdas sueltas –una agrupación de jóvenes solistas- mostraba ayer en el programa de Radio clásica Sinfonía de la mañana, pasando a sonidos nobles temas de Pharrel Williams, U2 o Gloria Gaynor. Y que, sin la contaminación inevitable que viene de reconocerlos, podría sonar a músicas compuestas en el XIX. El cine mudo nació acompañado de orquestas que interpretaban en directo las músicas que la precaria tecnología de grabación y reproducción no permitía escuchar de otra forma. Cuasi extinta la posibilidad de llegar a comprar una sinfonía en una tienda de discos, y convertida la exhibición televisada de música clásica en una apuesta sin apostadores, poner a Rihanna en manos de una orquesta sinfónica podría ser la última posibilidad de contraatacar, de revivir un arma tan noble en tiempos tan poco civilizados.  

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