De cuantas formas artísticas podrían aglutinar su programación anual bajo
un epígrafe, solo lo hace la que menos cabría esperar lo haga. La Orquesta
nacional de España lleva años agrupando su ciclo anual de conciertos bajo títulos
tan sugerentes como forzosamente ambiguos –héroes, viajes, revoluciones este
año- y lo que la fórmula pueda dar de sí, que es la capacidad de cada una de
sus muestras de ser simultáneamente el epígrafe y su versión específica, única,
de él, acaso daría en teatro su mejor medida, dada la naturaleza de su expresividad,
tan milenaria como tan obviamente actualizable. Dentro de dos días, el Globe
theater de Londrés verá representar entre sus muros El castigo sin venganza, de
Lope, la historia de un hijo enamorado de la reciente esposa de su padre, que
apenas entroncada con obra alguna de Shakespeare, exceptuando el episodio de
ira hamletiana en que éste, al acusar la lujuria infernal de su madre, bien
podría estar simulando con su acometida en la cama materna lo mismo que le reprocha,
sí puede ligarse con el incesto obvio que Sófocles puso en Edipo Rey, con la
versión de Steven Berkoff del mismo texto, con Lástima que sea una puta, del
contemporáneo de Shakespeare John Ford, o sin que la literatura de origen lo sea
en formato dramático, el diario de Anais Nin, el Elogio de la madrastra, de Vargas
Llosa, el episodio bíblico de Lot y sus hijas, el Viaje a Roma, de Alberto Moravia,
textos de Nabokov, Durás, Yourcenar, Faulkner, Eca de Queiroz o Musil. Héroes,
viajes, revoluciones. También los epígrafes que agrupan una sinfonía escrita en
1800 y una pieza de cámara compuesta hace 10 días sirven para asomarse a las músicas
que vienen de un teatro.
30 agosto 2014
20 agosto 2014
16 agosto 2014
El gran estanque blanco
El agua que no cae en
verano apenas se mueve mientras corres alrededor de ella en los lagos o
estanques, grandes o pequeños, que hay en Madrid. Bulliciosos como el del parque
del Retiro o, en menor medida, el de la Casa de Campo, apenas frecuentados como
el del parque Juan Carlos I, el más solitario –el del pequeño parque anexo al pinar
de Conde de Orgaz- es el que más irrealmente se recorre. A la salida de una curva,
me cruzo con un hombre que camina y le miro como miraría el capitán Achab a
quien le disputara la ballena.
15 agosto 2014
05 agosto 2014
y sin embargo es un hombre honrado
El mayor mentiroso que escribiera Shakespeare –Ricardo III- no solo lo es más acabadamente cuando exhibe sus cómplices (el Duque de Buckingham arengando a la multitud para que observe la dedicación del tirano a sus rezos como excusa para no aceptar la corona), también el que, dirigiéndose al público o a la viuda de Eduardo de Lancaster, al que viene de asesinar, el que más arrogantemente miente al declarar primero sus intenciones y acto seguido, cumplirlas con total impunidad. Hay algo de este ser deforme en el tamaño moral, revelado del todo, de jordi pujol y sus hijos, y hay aún más en lo que Shakespeare puso en Julio César, cuando recién muerto éste, Bruto y Antonio se turnan la definición del abuso de poder sin que el público de sus discursos logre saber muy bien cómo actuar la próxima vez.
El resumen a posteriori del crimen, su matización, su relativización, triunfa allí donde la renuncia a entender en tiempo real lo que ocurre. Se cumplen dos años desde que los hermanos Taviani pusieran a representar Julio César en una cárcel, y también casi diez desde que el entonces presidente catalán, Maragall, dijera alto y claro que convergencia y unió se lucraba con extorsiones permanentes, y ahora sabemos que depositadas en un paraíso fiscal, del 3% sobre operaciones pagadas con dinero público. Incluso en un régimen, como el catalán, que nada en un brebaje de clientelismo económico y pócima identitaria hecha de ingredientes falsos, asombra que haya que haber esperado diez años para que aquella acusación logre sus frutos. Publica El País la relación de las comisiones cobradas fraudulentamente por uno de los hijos de pujol y los ocho millones de euros extorsionados por trabajos no realizados abarcan siete años, localizables, no a la luz de una sola operación (lo que habría sido más difícil de rastrear), sino en dos docenas largas de operaciones.
Como ocurre con esa otras
extorsiones tan similares –la financiación del terrorismo etarra o el entramado
crecido a la sombra del paraguas opaco de la casa real-, solo ahora asoman como
víctimas lo que durante diez años fueron cómplices: personas que citan cómo,
ocho años atrás, se sorprendieron de que se les pidiera el impuesto
revolucionario, dado que no sabían que hubiera habido intermediarios. Trabajos
de asesoría, consultoría e intermediación inexistentes resumen también la
función última, y prioritaria, de muchos de los gobiernos regionales y
nacionales que se turnan el expolio del dinero público: pedir lo que no se
necesita, sobrealimentar el espejismo, mentir y regar la mentira con soborno. Incluso
en la aparente confesión de la culpa, el criminal miente como quien víctima de
un tic ya irrenunciable, y es su propia hermana la que dice no saber que su
padre hubiera testado la herencia que se dice justifica el dinero depositado en
el paraíso fiscal.
Con todo, nada asombra
como la sensación de invulnerabilidad con que semejantes operaciones de
extorsión se daban a la luz del día: intermediación inmobiliaria, refinerías
petrolíferas, plantas fotovoltaicas, compraventa de participaciones de
sociedades mercantiles… qué necesidad de paraíso fiscal lejano cuando uno de
sus hijos tenía uno repartido por toda la geografía, cercana o lejana. Qué
necesidad de operar en la sombra cuando toda la maquinaria a sueldo –desde
concejales al propio presidente actual- solo ha de clamar, aferrado a la
bandera regional, que cualquier acusación legal lo es en realidad contra la identidad
catalana, que la exhibición de pruebas delictivas contra sus gestores solo
embosca el deseo de anular la voluntad legítima de un pueblo.
Incluso Bruto, confeso
autor de la muerte de César, sabe, en su derrota, que ésta es solo temporal. Que
solo te derrotan del todo cuando te quedas sin cómplices. En la Roma imperial o
en la Cataluña del secesionismo privatizado, no se alcanza semejante nivel de
corrupción explícita sin comprar tantas voluntades como sea necesario. Son esas
voluntades las que en la sombra, células durmientes del tumor, sin paraísos
fiscales, sin aparecer en la prensa estos días, solo esperan una nueva oportunidad
de ganar en una operación de extorsión y saqueo tanto, al menos, como quien
llama a su puerta a proponerla. El simulacro de misión histórica, honorabilidad
y heroísmo étnico o linguístico que rezuma la política catalana, vasca, o rusa
estos días, es solo el número de clientes, grandes o pequeños, en la base de
datos del partido.
01 agosto 2014
momentos decisivos
“Es la paradoja de ciertos magnicidios:
lanzan al héroe a la inmortalidad, dejándolo inmóvil en el momento decisivo:
aquel en que uno ha de salvarse o destruirse”. –escribe Juan Claudio de Ramón, ayer en El País,
acerca de la muerte de Jean Jaurés, hace 100 años. Asesinado apenas unas
semanas antes de que comenzara la I guerra mundial, por oponerse a la ley de los
tres años de servicio militar obligatorio, que quizá salvó a Francia de perder aún
más vidas, de haber seguido vivo, Jaurés difícilmente habría podido no acabar compartiendo
cierta noción explícita que Blasco Ibáñez pusiera en boca del prenazi julius von hartrott, en Los cuatro jinetes del
Apocalipsis -“En Alemania tenemos gentes que viven bien y no desean la
guerra. Es conveniente hacerles creer que son los enemigos los que nos la
imponen, para que sientan la necesidad de defenderse… La moral estorba a los
gobiernos y debe suprimirse como un obstáculo inútil. Para un estado no existe
la verdad ni la mentira: solo reconoce la conveniencia y la utilidad de las
cosas”. En 1914 Francia necesitaba esa ley tanto como necesitaba que alguien
revelara la monstruosidad que iba a permitir. Qué más triste prueba que ambos,
Jaurés y Francia, fueran asesinados a la vez.