25 septiembre 2010

la philosophie en rose


“Dios no existe, lo suplanta un demonio malévolo que convierte nuestras vidas en infiernos, consumidas entre el dolor y el aburrimiento. Y ello se debe a que la esencia más íntima de cada ser consiste en una voluntad bruta y ciega, en un deseo insaciable que nos obliga a buscar sin cesar nuevos placeres y diversiones que nunca nos colman; y encima nos acosan plagas, guerras y catástrofes naturales. De manera que la vida es un penal en el que cumplimos condena y del que sólo salimos con la muerte. Nada hay nuevo bajo el sol: el ser humano es un malvado depredador, cuya necedad lo torna incapaz de seguir la luz de la razón, que podría aportarle alguna mejoría. La filosofía teórica de Schopenhauer proponía una solución también teórica para superar la crisis absoluta de la vida: hay que renegar de la existencia y rechazar la perpetuación del dolor: no reproducir, no actuar. Asimismo, predicaba la piedad universal y la no violencia: abstenerse de dañar a los demás seres vivos, nuestros hermanos en esencia y encadenados en nuestra misma mazmorra”. –escribe luis fernando moreno claros en El País 18.9. Sigue al poco: “En suma, Schopenhauer gruñía y se quejaba de todo cual sabelotodo regodeándose en el abismo, pero a salvo en su cómodo rinconcito. Su acritud gustó tanto en aquella Alemania deprimida como más adelante en Europa. Y también hoy goza de buena salud en nuestro país, donde cualquiera lanza críticas asesinas desde una enorme pasividad”. Y concluye: “Hay que leer sus reflexiones en épocas críticas para dejar que su frío escalpelo nos destroce; pero si de verdad estamos sanos, su sesudo realismo nos obligará a reaccionar recuperando otra vez nuestras ilusiones. Así lo superaremos a él y a la crisis.”
Quizá porque uno no ha leído a Schopenhauer y sí a moreno claros, deduce del primer párrafo más verdad que otra cosa en el retrato del filósofo de la especie humana. Y del segundo párrafo, extrañeza ante la conversión de esa visión en un resumen de “gruñidos” y “regodeo de un sabelotodo”, pero no ante ese prestigio que da cargar contra quien pinta en negro sus presagios, que vuelve sospechoso cualquier dictamen que aúne crítica con hacerlo “a salvo en su cómodo rinconcito”, como si de la guerra sólo se pudiese escribir en la trinchera o de los leones desde su estómago. Aunque quizá entenderíamos algo si moreno claros explicara la relación patológica que une al parecer hacer “críticas asesinas” con el concepto “enorme pasividad”. ¿Exige moverse, y hacia qué lado, el evaluar algo con dureza? ¿ha de paralizarte lo que escribes hasta el punto de que sólo esa incapacidad permita escribirlo? ¿en qué consiste la pasividad en Schopenhauer? ¿y en mí, que en este momento escribo, cómodamente instalado en un sillón, que la visión de moreno claros sobre cualquier afirmación de cierto calibre pesimista suena a puro buenismo?. ¿Qué es “estar sano” en ese juicio que desdeña el “sesudo realismo”? ¿Y qué tiene que ver esa fanfarria íntima -“nuestras ilusiones”- como antídoto de “la crisis” o quizá de cualquier pensamiento que mira la realidad a través de los hechos y no de los deseos?. Hay un lugar para hablar de filosofía desde ese prisma. Y no es una revista cultural, sino de religión.

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