12 agosto 2009

El espíritu de la colmena


Qué quepa en un anuncio es tema antiguo, y la forma en que cada elemento modifica la información que contiene el resto es el arte del puzzle sin modelo claro. Posar en la página izquierda con una promesa de rentabilidad a la inversión tiene una relación ambigua con hacerlo en la página derecha con aquellos que, patronal mediante, son corresponsables, en la dificultad de despedirlos, de que la rentabilidad de una compañía no sea la que podría. Tenemos así uno de esos anuncios bizcos en el que cada parte del anuncio mira a públicos distintos y acaso incompatibles entre sí. Así, “Comprometidos con el empleo” es lo último que quiere escuchar el que viene de leer “rentabilidad garantizada del 8%”. Pero al revés, justo aquella es la frase encargada de aplacar el más que presunto bizquear del departamento económico gubernamental que haya de validar una oferta de pagares corporativos sin auditoria existente. La inusual doble página en estos tiempos famélicos de publicidad en prensa se dirige, a la vez, a un tercer público: el de los dueños del periódico, que muy probablemente llenarían, de no ocuparlas quien las paga, esas dos páginas con no poca chanza acerca de esa mancha amarilla ubicada en la parte superior derecha. Invierte César en lo que es suyo, y raro ha de ver un consejo de administración bajo los auspicios de Nuestra señora del perpetuo socorro, pues inquieta imaginar que el acto de fe que es invertir vaya de la mano -de la mano de los gestores- de esa otra fe que guía las decisiones en la posibilidad del milagro o acaso, sugerido por el propio historial del fundador, en la bondad del suplicio como camino de redención. Cuenta, así, finalmente el anuncio ese derecho de propietario, tan frecuente: que lo que en él aparezca haya de gustarme a mí, y sólo después a quien ha de pararse a leerlo, estupefacto.

No hay comentarios: