17 junio 2009

soy ellos

Fue publicada en El País 15.6. La imagen es del momento en que el gentío asiste a la arenga del recién reelegido Ahmadineyad, en Teherán. En primer plano, una mujer que tanto puede tener cuarenta como cincuenta años, y un hombre que frisará los setenta. Ella, los ojos cerrados, se tapa la boca en un gesto de llanto incontenible que bien puede ser fácilmente de plegaria, de acción de gracias. Justo a su lado, el anciano enarbola el puño derecho mientras sujeta con la otra mano dos banderas y una foto del reelegido. Aparentemente clientes rurales del mencionado, su éxtasis es la banderola exacta de qué hace Ahmadineyad dirigiendo un país. Nadie se libra de ser lo que quienes le apoyan van contando. Eso explica a Bush y a Obama, a Mayor Oreja y a Ibarretxe, explica a Italia en Berlusconi, a Venezuela en Chávez, pero también a Alemania en Merkel, a Brasil en Lula. Es bien cierto que un país merece con saña los dirigentes que acaba teniendo, pero también que, de ser necesario, ese principio funciona al revés, y son los dirigentes quienes, desdichadamente, acaban teniendo el país que merecen.

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