11 junio 2009

Cuerda israelí de la memoria

La música triste que sale del violín al menos dos veces seguidas es el himno oficial de Israel –Hatikva es su nombre. Apenas nadie ha de reconocerla y menos en ese sonar en un pasillo de metro por los que uno camina como si siguiendo el hilo de Ariadna. Pero suena a escasos metros de las vías por las que llegan y parten los trenes, tan unidos al destino judío en su casi extinción a mediados del siglo XX. Y esa plegaria melancólica que habla de esperanza, y que el violinista repite hasta que le sale perfecta, o quizá sólo hasta que deja de doler hacerlo, suena a una nana triste para dormir la memoria, o para dejar que pase cada cuatro minutos.

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