07 mayo 2009
Está desnudo
Erase una vez, o varias veces –las facturas lo cuentan- que un regente, no contento con las camisas de fuerza que su gobierno imponía a las leyes que no convenían a su partido, mando llamar en secreto a un sastre para que le confeccionara uno o varios trajes que dieran realce nunca visto a su augusto tiempo al frente del pueblo. Hecho del mismo secreto con que fue llamado, el sastre confeccionó prendas tales que el regente, en presencia del oro en paño para él confeccionado, quedó tan satisfecho del encargo que, humilde, admitió su mejor gusto por el paño, encargándose otro del oro del pago. Más días llegaron en que el regente fue acusado de tramas corruptas y con su mejor traje se dirigió al pueblo para jurar solemnemente que él se presentaba ante ellos como siempre lo había hecho: desnudo. Todos los miembros de su corte asintieron, y cómo podía ser menos si sus cargos eran, como el del regente mismo, hechos a medida y cortados por similar patrón. Mas en mitad de tan clara evidencia, un niño fue a aparecer y sin entender a qué venían tantas cuitas por el hilo de la madeja, reveló que no había de qué preocuparse pues el regente vestía, de esa madeja, el mejor traje jamás compuesto. Su testimonio fue aceptado por la ciudadanía educada con la condición de que lo promulgara, cuanto antes, en inglés.
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