31 enero 2009
pregunten a mi gemelo
Cita El País ayer una información publicada por The New York Times según la cual los ejecutivos de los bancos estadounidenses que el otoño pasado salieron del abismo gracias a los 700.000 millones de dólares inyectados por el gobierno de ese país, se repartieron hace unos días, al final de ese ejercicio, 18.500 millones de dólares, cifra equivalente a la recompensada en 2004. Justo en esa página, y desde la fotografía impresa a la derecha de la información, Rod Blagojevich, gobernador demócrata de Illinois destituido por unanimidad por el probado intento de subastar un escaño en el senado –el de Obama, vacante- mira en dirección al titular que reza el lamento presidencial por la sinvergonzonería de los banqueros. El texto también ha de mirarle a él porque en la negación de lo obvio se reconocen los bandidos. Y la misma impunidad con que la banca, entre otras provincias económicas del mundo, campa por sus respetos sin que los ajenos importen un comino, es la que desde lo político tantas veces saca brillo al estiércol que más hiede. Que política y empresa se financien mutuamente en la medida en que sus arcas presentes salvaguarden deudas futuras, es un ejemplo cristalino de cómo la sociedad es para ambas apenas el grupo sentado en la mesa del consejo de administración, pero más claramente, cómo su connivencia durante siglos ha convertido en natural la idea de que presidir un gobierno, del tamaño que sea es, sin gran pudor, muchas veces presidir una empresa, cuyos beneficios tienen por objetivo enriquecer a sus gestores y no a sus clientes. Así, cuando Blagojevich clama por su inocencia lo está haciendo en nombre de una inocencia relativa, la que juzga el anhelo de enriquecimiento como un tic empresarial, apenas el uso consabido de información privilegiada para sacar tajada. Algo que, en cualquier caso, tiene poco que ver con su habilidad como gestor. Milimétricamente pensado, es lo que hay detrás de los ejecutivos de la banca que, tras suplicar ayuda pública para paliar su nefasta dirección, aprovechan ese dinero para premiar, no su gestión, sino el hecho de que son ellos los que están ahí, en el sitio adecuado y el momento preciso. No es inocencia lo que claman, sólo normalidad, usos frecuentes del poder, presunción de relativismo –diríamos. Reducida a la situación del que, de joven, acaso hubo de mentir y hurtar para obtener lo que quería, el logro adulto de Blagojevich y la gran banca, sería en ese caso, la realización de una justicia más allá de la ley. Tal si la paz es la continuación de la guerra por otros medios, la presidencia, en según qué áreas, reluciera como la continuación de la estafa y otras prácticas criminales por otros medios, sólo más blindados. Véase también gobierno de no pocas comunidades autónomas, aquí mismo.
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