Numancia de la Sagra, cuyo multisecular topónimo, Azaña, fue abusivamente borrado del mapa en 1936. Cuando el arrasador avance franquista hacia Madrid alcanzó Azaña, el tuercebotas con galones al mando de los rifeños que ocuparon la aldehuela, apenas mil habitantes, imaginó que la denominación del lugar era un homenaje al entonces presidente de la República y, ni corto ni perezoso, reunió a un puñado de aterrorizados vecinos que habían logrado eludir el fusilamiento o huir a tiempo y nombró con ellos una comisión gestora para sustituir a los concejales electos, si es que alguno quedaba vivo. Pude consultar en su momento el acta de la primera sesión donde se dice: "La corporación, recogiendo el sentir del pueblo, acordó por unanimidad solicitar de su Excelencia el Jefe del Estado que, en lo sucesivo, tras los trámites pertinentes, la Villa lleve el nombre de Numancia de la Sagra, por el hecho trascendente de haber sido reconquistada por los gloriosos escuadrones del Regimiento de Numancia". La "gloria" de este regimiento no era, por ejemplo, haber tomado Gibraltar, sino el sistemático fusilamiento desde que pisó la Península, de cuanto labriego topó en su razzia, sospechoso de "rebelión militar".
En noviembre de 1990, en el solemne homenaje al presidente Azaña en Montauban, donde está enterrado, el entonces ministro de Felipe González, Jorge Semprún, dijo: "Tenemos la intención en el Ministerio de Cultura, con la ayuda del presidente del Gobierno autónomo de Castilla-La Mancha, de devolver, antes de fin de año, el nombre de Azaña a esta pequeña villa toledana, de donde es originaria, muy remotamente, la familia Azaña". Está impreso pero, al cabo de casi 18 años, la vida sigue igual. –José Fernández-Cormenzana, 18.10 en El País/cartas al director.
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