A falta de mejores o sólo más provechosos frutos, saltan esquirlas en el encuentro de los muros que enfrenta las formas de entender desde el partido popular la oposición –es eso, las formas de entender, o juzgar, el acto de gobernar tienen poco que ver aquí. Y pues en su congreso se viene de apostar por tratar de ganarse a la parte de población que se pierde cada vez que los representantes de la facción b abren la boca, restalla el parecer de la presidenta de la comunidad de Madrid, que advierte negarse a ser la segunda marca del psoe. Pues la televisión de esta comunidad y el periódico el mundo se han pasado cuatro años reivindicando en la teoría de la conspiración que el partido que gobierna es la segunda marca de eta, lo que ha de querer decir aguirre es que las marcas blancas son lo peor que le puede pasar a un producto que quiera mantener su precio alto. Que lo que defiende aguirre es a sus accionistas se verá días después, cuando afirme que, pese a todo, los militantes la apoyan. Lo que, por si faltaran pruebas suficientes, sugiere que se gobierna para los afiliados. Obvio que en ese cálculo desecha hacerlo –gobernar- para quienes piensan de otra forma, el último de los interrogantes es el más útil: ¿cómo se gobierna para quienes votaron al otro gran partido? Siguiendo el modelo de esa primera marca que es el obispado, ¿qué tal una asignatura de nombre Educación para una ciudadanía, desdén para la otra?
En paralelo viene la conferencia episcopal de declararse no competente en la estrategia comercial de su emisora de radio –no somos empresarios, dicen. Pero su doctrina sobre educación para la ciudadanía, derecho a la eutanasia, aborto o matrimonios homosexuales es justo la de un accionista mayoritario de la sociedad, y paradójicamente, una doctrina compartida, aleccionada públicamente por el gobierno de la comunidad de Madrid, donde no se considera necesario inmiscuirse en la separación de poderes que, antes y después de Montesquieau, recoge algo tan elemental como que la religión ha de legislar en sus iglesias y los gobiernos fuera de ellas. Y quizá ese derecho de no injerencia se explica desde el gobierno que preside Aguirre por el hecho de que, si los obispos no se declaran tenderos pero negocian hasta la extorsión incluso a quienes no entran en sus tiendas, un gobierno –aunque sea regional- bien puede declararse primera marca de los ciudadanos, y luego atentar contra sus derechos que recoge la constitución, o más recientemente, el parlamento.
Las religiones son las primeras marcas de la inexistencia objetiva, observable, de sus creencias, y nada puede objetarse a ello puesto que su derecho emana de leyendas consagradas en la perseverancia de sus lecturas y poco más. Un gobierno salido de las urnas y con la responsabilidad automática de trascender los propios caprichos es otra cosa, o debería serlo. So pena de que cada vez que uno de sus empleados ve su parecer arrinconado, proceda a tachar el resto de las ideas de veneno. No son segundas marcas lo que tanto ensucia, sino según qué primeras y obscenas prioridades. No por habitual produce menos vergüenza ver que la etiqueta y lo que contiene son cosas tan distintas. Principalmente porque si el tiempo empleado en vender envoltorios fuera invertido en mejorar el tiempo y el espacio reales de tantos, la sociedad sería más habitable, cívica, compasiva, inteligentemente crítica como para distinguir un cargo público de un crecepelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario