31 mayo 2008

Al tiempo lo que es del tiempo

Quizá para equilibrar su escasa fe en los milagros de la publicidad, cuando la conferencia episcopal decidió pedir dinero por primera vez en 1993, la campaña le fue encargada a un perfectamente ortodoxo ateo cuyo rostro representaba, eso sí, el de la agencia más premiada del mundo en esos días. De los dos anuncios que se rodaron para televisión, uno de ellos consistía en un mero plano de una cartera ministerial –la de economía-, que creo fue encargada para la ocasión al fabricante de las mismas, sobre esa imagen se escuchaba a un locutor decir “si queremos una iglesia independiente, no podemos depender de una sola cartera”. La cartera le fue prometida al monaguillo publicitario del que partiera la idea, pero acabó, creo, en manos de uno de los jerarcas de quienes la pagaran. Salvo que ocurra lo que en el guiñol mexicano, donde el partido que perdiera las elecciones tiene constituido un gabinete paralelo, cuyo ministro de economía b uno se imagina debatiendo con sus ayudantes el curso del dinero que no gestiona, o la idoneidad de las inversiones sobre las que no tiene potestad, no hay país serio donde dos personas se sepan propietarias de la misma, única cartera gubernamental y de las decisiones que acompaña su tenencia. Cabe pensar que, tal y como sugería el eslogan de aquella añeja campaña -como dios manda- convenga mande en cuantos temas haya, y la financiación del templo es una que no pueda ser decidida por los cambistas. A la luz de tan inescrutables como visibles designios exhiben, uno sabe ahora que aquella idea debió ser rodada de otra forma, y que la cartera que hubo de ser mostrada era la que llevamos todos en el bolsillo, que por esos matices de la fe, la que se espera mirando al cielo es la de Solbes.

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