22 mayo 2008
Heine, anexo
La parte trasera del edificio que alberga la sede de la Filarmónica de Berlín tiene por tapiz de algunos árboles una fina capa de carbón vegetal que toca los muros y a partir de ellos se prolonga hacia fuera unos cuatro metros, como un cortafuegos estético que no impide que algún turista se lleve trozos que, ya de vuelta, reposan sobre el altavoz del equipo de música. Ayer casi arde el venerable edificio. Los pequeños vándalos de lo simbólico tenemos así, en el hurtar al fuego parte de su alimento, el perdón que se reserva a quienes roban lo que ladrones peores querrán después. Tomado en otro sitio, uno guarda también un fragmento de lápida. De quién lo preservas y hasta cuándo.
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