06 agosto 2015

buttoniano



Como si El rey desnudo de Andersen escogiera quitarse sus últimos ropajes para que se le preste la atención debida, el strip tease de las autoridades chinas en su empeño por prohibir las operaciones bursátiles a corto plazo mientras prohíbe a los tenedores públicos de acciones vender las suyas tiene el patetismo de una economía comunista pillada en el vestidor del capitalismo más previsible. Habiendo perdido los índices de Shanghái y Shenzhen una tercera parte de su valor en solo un mes, las medidas feudales que se quieren, súbitamente, a caballo desde Pekín viajan por una carretera asfaltada para el desplazamiento velocísimo del dinero de propiedad no controlable: más del 80% del volumen bursátil chino está en manos de inversores particulares a los que no se puede obligar a no vender porque, al albur del capitalismo convenido, ya se les ha obligado a comprar. Qué sino espejo de una economía corrompida por podredumbre de las cuerdas con la que se la ata es el deseo urgente de prohibir las operaciones basadas en emitir una orden de venta sin llevarla a cabo, para empujar a la baja el precio de la acción, comprarla entonces y obtener beneficios. 

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