Vienes de estar donde ahora la neblina
con cascos de agua pace el escudo de Valdáliga.
Desde el marco de la puerta escribes
que los caballos que arriba te encontraras
devoran al espectro que les come.
Y acaso acostumbrados
a que el cencerro delate al que se mueve,
esperan ese gesto de la nube.
Y así pasan la noche envuelta en vela,
como todo aquí cuando dan estas horas
y las cosas comienzan a callarse
o, con dientes de estrellas y de agua,
a comerse las unas a las otras.
1 comentario:
al mismo tiempo, cerca, un farero vigila que el cielo no deje un hueco sin estrellas.
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