31 agosto 2015
1996-2014
Lo que uno es por escrito se queda a recordártelo cada vez que lo lees. Y en eso no hace falta que el tema de lo escrito sea uno mismo: cuando un novelista dice no estar interesado en nada de lo escrito por él hasta la fecha lo que afirma es su capacidad de notar carencias, fragmentos mejorables, trucos para no eliminar del todo algo, pequeñas o grandes traiciones a lo que uno habría querido hallar. Incluso sin escribir nunca una palabra, es algo en lo que no es difícil reconocerse. Uno termina hoy la lectura de los dos millones y medio de palabras escritas en los últimos dieciocho años y el sonrojo de los primeros años ha dado paso en los últimos diez a un tono que, si no algo distinto, al menos es el mismo. No es poco reconocerse sin sustos. Agrupados hasta hoy en documentos anuales, y desde hoy en trece categorías distintas –textos sobre cine, teatro, ópera, arte, literatura, baloncesto usa, literatura griega, Shakespeare, viajes, cuentos, literatura rusa, demografía y poesía- las últimas dos décadas parecen, si no mejor vividas, sí más ordenadas. El espejismo dura lo que recorrer la peripecia sentimental de que uno va dando cuenta aquí y allá en nombres que recuerdo y otros que no. En una oportunidad a la coherencia entre ambas áreas, la mayoría de los poemas que uno ha escrito, y aún soporta, son en realidad el mismo y para la misma mujer. Ahora que uno sabe con certeza cuáles son sus obsesiones, puedo sentarme a escribir como si guardarlas en un lugar localizable significara tenerlas controladas, o, sueño entre sueño, entendidas.
11 agosto 2015
La posguerra también
Coinciden dos muestras brillantes de cine
mudo en la cartelera, ambas de hace medio siglo largo, y si una -Las vacaciones
del sr. Hulot- honra el cine realizado previo al sonoro, la otra –El mundo
sigue- esquiva esa etiqueta, que tan apropiada es al cine realizado bajo dictaduras,
para acogerse a la más cruda de neorrealismo español, y como tal, hecho de las
características propias de la posguerra que aquí duró décadas: mezquindad, claustrofobia,
miseria y mediocridad cultural. Le toca la quiniela a quien va a verla, y eso
es lo que, censurada durante décadas, podría viajar del personaje interpretado
por Fernán Gómez al director Fernán Gómez: la quimera, el sueño, el crimen, la
justicia finalmente.
06 agosto 2015
buttoniano
Como si El rey desnudo de Andersen escogiera
quitarse sus últimos ropajes para que se le preste la atención debida, el strip
tease de las autoridades chinas en su empeño por prohibir las operaciones
bursátiles a corto plazo mientras prohíbe a los tenedores públicos de acciones
vender las suyas tiene el patetismo de una economía comunista pillada en el
vestidor del capitalismo más previsible. Habiendo perdido los índices de
Shanghái y Shenzhen una tercera parte de su valor en solo un mes, las medidas
feudales que se quieren, súbitamente, a caballo desde Pekín viajan por una
carretera asfaltada para el desplazamiento velocísimo del dinero de propiedad
no controlable: más del 80% del volumen bursátil chino está en manos de
inversores particulares a los que no se puede obligar a no vender porque, al
albur del capitalismo convenido, ya se les ha obligado a comprar. Qué sino espejo
de una economía corrompida por podredumbre de las cuerdas con la que se la ata
es el deseo urgente de prohibir las operaciones basadas en emitir una orden de
venta sin llevarla a cabo, para empujar a la baja el precio de la acción,
comprarla entonces y obtener beneficios.