04 agosto 2010

asombro visible


Un telescopio que captara una imagen de la otra vida prometida por las religiones no conllevaría mucho más asombro que el que hubieran experimentado egipcios o aztecas de haber podido contemplar ese otro hecho, tan próximo a la idea de revelación divina, que es poder observar lo inobservable sin ser destruidos o cegados por ello. Aunque saberlo incluya saber que más que un indulto es una postergación del castigo lo que se nos da, puesto que el sol, en consumir su energía, gasta también el tiempo de vida que le queda a nuestro planeta. El dios que las civilizaciones antiguas hicieron del sol sin saber que la metáfora escondía una verdad incandescente brilla, a ojos de los telescopios y la ciencia que los escruta, con una luz doble: la que para aztecas veía al sol como un dios que se ha sacrificado, y la que en los mitos maya y nahua era visión de los hombres permanentemente probada por los dioses, y cómo el destino fatal de unos y otros, seres vivos y sol, estaba ligada: si fallaban unos, morirían ambos. Mito es en griego “relato” y así, el origen de la vida, volcado en algo que empieza y acaba, arde en un círculo no muy distinto en Anaxágoras o Hubble.

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