07 septiembre 2009

últimas plazas

Uno vive en una estadística hasta que pasa a otra, a veces sin dejar el espacio que tienes alquilado en la anterior. Así, uno existe en la estadísticas de escritores que no publican, en la de lectores que tampoco mucho leen, en la de quienes no saben no pensar en la misma mujer, en la de quienes hubieran querido otra nariz, otros ojos, otro plan de pensiones. También en la estadística de quienes viven sanos y prósperos se halla uno, en la de quienes demasiadas veces desdeñan lo que tienen para pensar mejor en lo que quieren, en la de quienes no entienden a tantos. Un día llegará probablemente en que uno pase a la estadística de quienes padecen cáncer y se empieza a morir más deprisa sin saberlo. Somos ya infinitos en esa lista, en la anterior, en todas. El trasvase de una a otra es permanente, uno ocupa una silla perdida entre millones de sillas, y como ocurre en toda aglomeración, de alguna forma el estar entre tantos hace que uno esté menos en cada una de ellas. Así, acaso uno y su dolor y su alegría incompartible, imposiblemente propio e inenarrable, sólo está ahí para guardar el sitio a otro.

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