La historia aparece en la primera página del Times sin drama tipográfico. A dos columnas, a la izquierda, en un recuadro y con un título en cursiva tan elegante como: "Para McCain, la autoconfianza en su ética tiene sus propios riesgos". Por debajo, la firma de los cuatro periodistas que han trabajado en esto desde diciembre. Y después una bomba de relojería que puede estallar en la campaña de McCain o en la sede del periódico en Times Square.
Varios aspectos esenciales de la relación entre la prensa y la política están sobre el tapete en este asunto. Primero, el de la independencia de un diario que ataca despiadadamente a un político para el que pidió hace menos de un mes el voto en un editorial. Segundo, el intento de McCain de violar esa independencia negándose a hablar con los reporteros que se lo pidieron y recurriendo, en cambio, a una llamada telefónica al director del periódico, Bill Keller, quien, por supuesto, no atendió su solicitud. Tercero, los límites del propio periódico.
¿Se puede publicar sin fuentes identificadas una información potencialmente tan letal contra un político? ¿Tan seguros están de su veracidad? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no en diciembre cuando, según cuenta el periódico, empezaron la investigación? ¿O en enero, antes de las primarias de New Hampshire, donde McCain ganó y comenzó su ascenso hacia la nominación?
Keller emitió ayer un comunicado en el que afirma que la información llegó a su despacho el martes por la tarde. Le dio el visto bueno y fue editada y sometida a la revisión de los abogados "como se hace rutinariamente". –Antonio Caño, en El País, 22.2
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