11 noviembre 2009
Yo muro, tu muras, él mura
El mismo día que se conmemoran los 20 años transcurridos desde la caída del penúltimo gran experimento comunista en el mundo desarrollado, se lee en una entrevista, el domingo en El País, al nuevo secretario general del pce –José luis centella- pedir una banca pública y los sectores estratégicos en manos públicas, fiscalidad claramente progresiva y mecanismos de control democrático. A sueldo la gobernación del mundo a manos del gran dinero, y pues va de utopías, hay dos mudanzas sin las cuales no saldremos adelante: una es la que necesita transferir cuanto antes la genocida rapiña empresarial por la gestión a manos públicas –por su naturaleza, obligada a parecer decente- de los recursos económicos de un país. Obviamente, es algo inviable en manos de la clase política que hemos permitido prosperar. Justo ahí se activa el segundo de los salvavidas: la sustitución de la política como la conocemos –empresas de la ideología con esa doble moneda: la moral y la que compra- por un gobierno de técnicos en los que esté prohibida la adscripción a sigla alguna y cuyo nombramiento y cese dependa de jueces y un consejo de estado formado por inteligencias por encima de sueldos de partido. Como todo movimiento de placas remueve lo que hay por encima, bien vendría también cambiar el nefasto brebaje populista “un hombre, un voto” por uno que establezca consultas no vinculantes en función de la cualificación del ciudadano para entender qué y a quién está dando su voto, no como ahora que se alquila a plena luz del día por una subvención agrícola, o una suscripción moral a un periódico. Prohibir el capitalismo tal y como lo conocemos, abolir la política como negocio al servicio de sí misma, preguntarle a usted si está capacitado para elegir el mundo que necesitamos. Es, por supuesto, una broma, un juego de lo posible en las manos equivocadas. Como aquella otra broma que, con risas y mentiras, celebramos el 28 de diciembre a partir de lo que conmemora la matanza de niños menores de dos años ordenada por Herodes.
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