11 marzo 2009

de humo y otros filtros

Tres noticias se entrelazan hoy en El País: una habla de Alan Landers, hombre anuncio de Winston muerto hace unos días y del que se lee pleiteó contra las empresas que le dieron de comer y de morir durante décadas; una segunda anuncia una ley de salud pública que verá la luz en nuestro país en unos meses; y finalmente una tercera en la que Barack Obama revoca la prohibición de financiar ensayos con células embrionarias, y del que se lee es la prueba de que “a partir de ahora, las decisiones científicas en la casa blanca se tomarán sobre la base de criterios objetivos y no atendiendo a razones políticas, ideológicas o religiosas”. La primera ilustra la tan útil reserva de ceguera que nos guardamos para reclamar al futuro lo que perdimos apostando en el pasado; la segunda podría sentar las bases para penalizar de los beneficios del sistema sanitario público a quien pone en juego su salud conscientemente, y la de los demás; la tercera es la más interesante pues hace prometer a un gobierno lo que raramente puede pedírsele a una persona: que te mirarás desde fuera para juzgar lo que haces o quieres. Ni es la misma porción de salud la que habla Obama ni la sanidad pública es allí lo que aquí, pero sin conocer las pautas de la ley que se anuncia aquí, y dando por sentado que la responsabilidad individual, y lo que por sus actos pudiera pedirse, estará más que salvaguardada, se lee con placer que términos como “salud” y “antojo” quepan en la misma frase tan claramente separadas que la segunda no pueda demandar impunemente a la primera, o ésta ver imposible defenderse de aquella.

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