26 junio 2012
25 junio 2012
Los libros propios que escribe otro
El clima social y el desarme de la izquierda
son muy propicios a ese programa intensivo de panem et circenses (y más bien lo segundo que lo primero) que
políticos de toda laya y los medios escorados a la derecha (que son casi todos)
parecen haberse puesto de acuerdo en bendecir como bálsamo para el desastre. Y
pobre del que no siga la corriente: como explica Marc Perelman en Le sport barbare (Michalon), un libro
valiente y comprometido que no parece haber interesado a los editores
españoles, el deporte constituye el último tabú. A pesar de las explicaciones
de ciertos intelectuales integrados, el deporte no canaliza la violencia, sino
que a menudo la crea y disemina: con demasiada frecuencia vemos a la masa gregaria
entregarse sin freno a las pulsiones chovinistas, xenófobas, racistas y
homófobas despertadas por el nuevo opio del pueblo, mientras continúa
narcotizándose la vieja capacidad de los individuos para rebelarse contra la
injusticia o protestar contra la misma corrupción y opacidad de las estructuras
deportivas globales. El deporte mundializado, convertido en la más respetada
religión universal del siglo XXI, legitima el orden establecido, cualquiera que
sea: por doquier, “la nación”, explica Perelman, “ya no es un pueblo, sino un
equipo; no un territorio, sino un estadio; no una lengua, sino el bramido de la
hinchada”. Pero, sobre todo, funciona como una especie de totalitarismo blando
que invade y permeabiliza toda la actividad (y hasta el pensamiento) de
sociedades en las que se diría que constituye el único proyecto colectivo capaz
de galvanizar a los ciudadanos.
–Manuel Rodriguez Rivero, ayer en El País.
24 junio 2012
contra el mejor, el que más
Hasta que Wilt
Chamberlain y después Michael Jordan convirtieron el coleccionismo en algo
rutinario, optar al título de máximo anotador y simultáneamente al de mejor
jugador de la temporada fue tan inusual que se diría que lo primero era
condición necesaria para no aspirar a lo segundo, y viceversa. Específicamente,
si antes de Jordan ambos logros parecían escindidos en función de los distintos
objetivos que se persiguieran –anotar podía ser solo suplir las carencias del
equipo; ganar más partidos podía depender de defender mejor que nadie- después
de él, la bifurcación añadió a la lista de prioridades el inevitable reparto de
lo que en Jordan se congregaba. Antes de que pestañeáramos, Kobe Bryant había heredado
tres de esas virtudes: el instinto asesino, la capacidad de convertirse en el
equipo a conveniencia; y una excelsa capacidad para ganar los partidos a ambos
lados de la cancha. Steve Nash y Tim Duncan se quedaron con la capacidad de
hacer mejores a los demás. Mientras el primero acumulaba títulos de máximo
anotador, los segundos amasaban MVP´s. El reparto estaba aún reciente cuando Lebron
James se incorporó a la subasta en 2003. Y como no podía añadir virtudes al
catálogo –sencillamente no las hay- añadió centímetros y kilos de músculo
lanzado en carrera como un tren de mercancías.Con Bryant,
Nash, Duncan y Garnett en la recta final de sus carreras, un nuevo reparto asomó
en 2010 y tuvo su apogeo en la final de 2012, entre Miami Heat –que la ganaría
fácilmente- y Oklahoma Thunder. LeBron James entró en ella habiendo ganado tres
de los últimos cuatro títulos de mejor jugador de la temporada. Kevin Durant,
habiendo hecho lo propio con los tres últimos títulos de máximo anotador. Arrollador
James en el molde masivo de Wilt Chamberlain, y en la multitarea que encumbrara
a Oscar Robertson, Earvin Johnson o Larry Bird; ejecutor frío Durant, como lo
fueran Jerry West, George Gervin o Reggie Miller. El tiempo irá aproximando sus
logros. Salvo catástrofe a lo Ralph Sampson, James acabará su carrera entre los
cinco máximos anotadores de la historia. Y Durant posiblemente se retire con
dos o tres MVP´s. De momento, y mientras sus recorridos convergen hacia un
lugar muy parecido en los anuarios de la liga, el ganador de esa carrera es un
rostro familiar: máscara exacta del talento que engendrara a James, a Durant, a
Derrick Rose, los dos carriles desde los que la superioridad física –James- y
la finura letal –Durant- se aproximan a la historia llevan a Jordan. Él rediseñó
ambas carreteras. A la vez.
23 junio 2012
ser un hombre danés
Quizá porque
la traición de Rosencratz y Guildestern más mereciera otra víctima que no
Hamlet, la versión que encarna estos días Alberto San Juan en el Matadero asoma,
en lo desquiciado que no cesa, una forma peculiar de redención, pues escuchando
las líneas del príncipe de Dinamarca, a quien vemos es a… Ricardo III. Incluso
la cojera obvia de San Juan estos días juega a esa visión. Explícita,
incansablemente enloquecido, la lucidez de sus parlamentos parecen venir de un
personaje más calmo, un segundo espectro, tal como los de Ricardo III son
también los de un narrador que explicara minuciosamente a la audiencia su plan
criminal. Es una pena porque enfrente está un Polonio inusualmente divertido en
la encarnación de Javivi Gil y un rey Claudio en manos de Pedro Casablanc que
borda el político charlatán que viene de asesinar a su hermano como quien de
vencer en una Congreso constituyente.
¿Se le pasó por la cabeza en algún momento a Will Keen que con solo invertir los roles de San Juan y Casablanc hubiéramos tenido un montaje mucho más afinado?. Un rey usurpador tiene motivos para estar loco desde que asoma, pero un hijo que al tiempo es encargado de vengar el asesinato de su padre y que decide perder a la mujer que ama merece una gradación de dolor, paciencia y ansía de venganza que sea compatible con, por ejemplo, ponerse a hablar a una calavera con amor de niño, renunciar a matar al culpable por hallarle a salvo del cielo en ese instante, o ese prodigio de afinación que es pedir a Rosencratz que toque la flauta, pues ha de serle más sencillo, dados los sonidos que vino a sacarle a él. Por no hablar de una pregunta más valiosa –cómo amaría a Ofelia si el dolor por la misión encomendada no nublara su ánimo.
¿Se le pasó por la cabeza en algún momento a Will Keen que con solo invertir los roles de San Juan y Casablanc hubiéramos tenido un montaje mucho más afinado?. Un rey usurpador tiene motivos para estar loco desde que asoma, pero un hijo que al tiempo es encargado de vengar el asesinato de su padre y que decide perder a la mujer que ama merece una gradación de dolor, paciencia y ansía de venganza que sea compatible con, por ejemplo, ponerse a hablar a una calavera con amor de niño, renunciar a matar al culpable por hallarle a salvo del cielo en ese instante, o ese prodigio de afinación que es pedir a Rosencratz que toque la flauta, pues ha de serle más sencillo, dados los sonidos que vino a sacarle a él. Por no hablar de una pregunta más valiosa –cómo amaría a Ofelia si el dolor por la misión encomendada no nublara su ánimo.
Casablanc y
San Juan han sido ya antes padre e hijo de un tiempo de crimen y sucesión. Se
llamó Marat-Sade, de Peter Weiss, en la versión magnífica de Andrés Lima en el
María Guerrero en 2007. Entonces era Marat/Casablanc el profeta de la violencia.
Por allí estaba también Javivi Gil, entre los locos del sanatorio en que sucede
la obra. Hay, pues, dos espectros no avisados en este Hamlet, además del de
Ricardo III –el de este príncipe sacado de aquel manicomio, y el que encarna
Mario Gas como la voz del rey asesinado.
18 junio 2012
waiting on a sunny day
Pasan ya un
par de horas apretados delante del escenario cuando uno percibe algo que cabe
donde no lo haría una silla y casi ni aire respirable: entre quienes te rodean
exultantes, llorando, gritando o todo a la vez, adviertes que la persona a tu
derecha debe de tener sesenta años bien cumplidos, y lo mismo los seis que le
acompañan. Lo que es normal contemplar en un concierto de James Taylor –al cabo
solo un año mayor que Bruce Springsteen- es peculiar en uno donde ejercicios de
Pilates deberían ser obligatorios cada seis canciones. Rodeado de no pocos
sexagenarios en Taylor, asume uno con naturalidad que aquello que éstos amaran
con treinta años merece la misma fidelidad tres décadas después. Como en casi
todo, la forma en que quieres algo describe el objeto de hacerlo. Y que asistir
a Springsteen con solo trece personas entre tú y él exija una energía no escasa
pudiera hablar tan obviamente de lo que das a cambio como de lo que recibes,
tengas 20 o 60 años.
Uno cree que
el video mejor que saldría de un concierto como el de anoche también podría ser
uno que simplemente mostrara a la parte del público de mayor edad agitando sus
treinta años de pasión por Springsteen, que no poco tendrá que ver con esa
irrelevancia de la espera que es pasar diez horas guardando un lugar en una fila
o sentado en el suelo al calor de junio. Impone ver llorar a hombres como
árboles que un minuto antes saltaban y coreaban como si la memoria más valiosa
fuera aquí la muscular. Salga por los ojos o por la boca, es una energía que no
puede ser descrita y que quizá por eso solo puede ser cantada o saltada o
sonreída de asombro, de pasmo ante una fuerza tan incansable –casi cuatro horas-
como el dolor de espalda, piernas, y voz de quienes la contemplan.
En poco más
de un mes se ha podido ver en Madrid a Taylor y Springsteen. Es tanto un
prodigio de la capacidad musical como de la longevidad: sumas la edad de ambos
y tienes a Wagner… vivo. Como tampoco la juventud, la vejez no tiene porqué parecerse
a la de un hombre que salta y grita o hace llorar de pura emoción a quienes van
a verle, pero cuánto de lo que agitaba anoche a media docena de sexagenarios no
será también adrenalina intacta, esperando solo el momento adecuado, el lugar
preciso, el ejemplo lo suficientemente vivo. Parte de esa espera se contrae ya,
hasta la siguiente, tan improbable, ráfaga de tiempo sin edad.
el librero periódico
En el
anuncio de la decena espléndida de libros que El País permitirá comprar próximamente
con el periódico, esa intuición: que un periódico que pone a la venta –y acaso
logre vender- cientos de miles de ejemplares de un libro pudiera, de tener
continuidad, ayudar a salvar al periodismo de la extinción publicitaria y, al
mismo tiempo, a quienes escriben con la intención de competir con la literatura
y no con una lata de tomate más del supermercado. A quienes más raramente vendrá
alguien a salvar es a las librerías. Salvar a los lectores ya será un prodigio.
levántate y muere
Se lee en El
País 15.6 que las células madres sobreviven 14 días tras la muerte. Como la iglesía
católica, pero sin semejante alarde.
13 junio 2012
ángulos
Cómo el Gay
Messiah, de Rufus Wainright, suena a sinopsis de Ángeles en América, de Tony
Kushner. Cómo Andrew Bird en menor medida, Micah P. Hinson permanentemente,
sugieren estar asistiendo al mismo tiempo al concierto y al making of. Cómo el
cebo puesto en el patio de butacas por DV8 Physical Theatre es la línea más arriesgada
de todas las que se dicen en su Can we talk about this?, hace unos días en los
teatros del Canal.
12 junio 2012
08 junio 2012
smile
En esa cara
sonriente, casi inédita en Beckett, demostración de cómo una biografía puede
aspirar a la verdad y su portada, a lo contrario.
07 junio 2012
bradburyanos
Muere Ray
Bradbury como demostración de que la muerte no es menos hábil hallando el
escondite de los vivos que el fuego a la hora de localizar libros que quemar. Cuando,
a principios de los noventa, uno tuvo que elegir un nombre al que anclar la dirección
de correo electrónico escogí en su lugar un escondite –Montag. Es decir, el nombre
del bombero inventado por Bradbury que empezaba su novela Fahrenheit 451 como
eficaz miembro de una brigada encargada de localizar y quemar libros, y la terminaba
oculto en un bosque, junto a otros huidos, destinado a preservar, memorizándolo,
un libro de su elección, acaso el que fuera a morir pronto al hacerlo su
portador, en la casa de al lado. Es razonable pensar que elegí ese nombre para
vengarme, en defensa propia, del papel nulo, mal visto incluso, que la literatura,
como toda forma de gran cultura, tenía y supongo que tiene aún en las agencias
de publicidad. La alternativa al fuego no es necesariamente la memorización,
asi que ha de ser mera justicia que el día que Bradbury es incinerado (pidió
reposar en Marte) uno recuerde tan nítidamente a ese Quijote encargado de
salvar los molinos, tragándoselos. También ese otro prodigio: acordarse de él
en una película en la que sale Julie Christie.
04 junio 2012
03 junio 2012
Coma de matrimonio
No recuerdo a quién le leí que para que un Diario sea interesante –el término
era menos vago- quien escribe debía ser un problema para él mismo. Hay mucho de
eso - de cómo los problemas ganan, de cómo, para subsistir, uno se convierte en
lo que escribe- en Coma, el texto autobiográfico de Pierre Guyotat, leído por
Patrice Chéreau anoche en la Abadía. Es a la noche de esos otros yo a lo que
suena algo que se escucha –“Los que
duermen sueñan con los que, en la otra parte del mundo, están despiertos”.
02 junio 2012
up in the ground
Como quizá en la mitología griega, la venganza de un héroe o un semidios
podría ser devolver miméticamente la desconfianza y la extrañeza con que los
seres humanos les observan en las obras de teatro, los tebeos o las películas
que los adaptan. Si Hulk es un héroe y al tiempo un esquema –el hombre que
contiene a la bestia simultáneamente le teme y le comprende-, Mr. Manhattan es
el más cercano a un dios y a la vez el que más hondamente nos comprende. Su
actitud contiene la indiferencia, la compasión y el juicio exacto sobre
nuestros méritos. Con su excepción, ningún héroe de los últimos cien años ha
sido diseñado para juzgarnos al mismo tiempo que nos socorre. Quizá porque solo
mantenerse permanentemente ocupado en lo segundo explica la ausencia de lo
primero.