27 febrero 2011

en el país de los mudos


Un rey es también una tartamudez del sistema social, un espasmo medieval inserto en un cuerpo moderno, dotado de miembros democráticamente elegidos cada 4 años, que sin embargo conviven con un músculo inerte dentro de él. Atrofiados tanto en su movimiento natural –véase Inglaterra o Tailandia- como en el que vienen improvisando en las últimas décadas –Suecia, España-, su imagen nítida es esa: no superar la primera sílaba, repetirla, dejarla en herencia. Vestido de Sade, el mismo Geoffrey Rush que aquí enseña a hablar a Colin Firth, veía rodar las cabezas de los reyes y nobles franceses desde la ventana de su prisión, en Quills. No es hasta este Discurso del rey en que ayuda a hablar a Firth, que uno ha perdonado a Rush que, en aquella película, ayudara a hacer callar a Kate Winslet, que moría antes de tiempo, como siempre que lo hace. Uno tartamudea solo de pensarla.

26 febrero 2011

No contigo

En Horche, cerca de Guadalajara, una casa de tallado de madera permite elegir los modelos de entre siete álbumes llenos de vírgenes, ángeles, cristos, apóstoles, columnas... La exposición ocupa dos plantas, llenas de bienintencionadas copias de todo aquello que haya pasado por sus manos de restauradores. La que yo intento comprar es un maniquí de tamaño natural, con brazos articulados y nulo relieve femenino de clavícula hacia abajo, púdicamente tintada de morado. Uno se acerca por la cabeza, que de espaldas ya sugiere, en ese entorno, un ángel caído o rasurado, y de frente es un rostro dulce y calmo, como tan resignado a solo tener brazos, rareza entre tallas acabadas, policromadas, tal familias enteras al ofrecerse en varios tamaños. Es mucho lo que uno hubiera pagado por ella, aunque de estar a la venta acaso se negara, acostumbrada a la veneración de cuantos pasan por la catedral de Guadalajara a contemplarla. Más carente de cuerpo que desnuda, la virgen recién restaurada, fugaz, milagrosamente expuesta, pierde así la ocasión de que alguien la quiera como es.

24 febrero 2011

la vuelta al mundo en 80 sofás


Con suerte uno aprende de los errores, y tanto llega a asimilarlos que los utiliza de zapatos. La madre de C., al decidir tenerla hace sesenta años, al mismo tiempo expulsó de casa a su marido y a su hija. Al primero, por traicionar el acuerdo de no paternidad al que llegaran; a la segunda, porque ella –C.- solo era para su madre una razón para mejor retener a su marido. Ido uno, sobraba la otra. C. fue criada por sus tías. Mientras su padre dilapidaba una fortuna, ella con el tiempo amasó otra, hasta que la crisis bursátil de 2008 se la llevó por delante. Expulsada, de niña, de una casa con padres, y de la prosperidad cincuenta años más tarde, C. decidió no llevar la contraria y ha seguido saliendo de cuantos sitios alcanza. Inglaterra, Italia, Francia, Estados Unidos, Irlanda. Cumple ahora tres años viajando por el mundo, alojándose en casa de quien, como yo estos días, la acoge, trabajando en granjas, o cuidando casas y animales cuando sus dueños no están. No viaja por necesidad sino por placer, por esa puerta al placer que es el hartazgo de una vida que, como en casi todas partes, consiste en acuerdos laborales mefistofélicos sin pago demorado. Para poder seguir viajando por Europa sin tener que salir cada poco, lo hace ahora de vuelta a Carolina del Norte, donde pasara cuarenta años, para obtener allí la nacionalidad española. Son estos sus últimos días de un viaje de 3 años, y los duerme en el sofá del salón. Mis cosas saben que regreso –dice, para hacer notar que todo se le viene rompiendo en los últimos días. Como si fuera ese el viaje más puro: salir, incluso, de las cosas que te acompañan.

unión mercenaria

Como ocurre fuera de los periódicos, también en ellos tu presente puede penosamente salir vivo para caer… en el futuro que te espera, cargado de intereses a pagar. Y así, la postura europea que apenas sobrevive a los intereses bastardos respecto al juicio sobre la revolución en los países árabes que les achaca el editorial de El País 23.2 (http://www.elpais.com/articulo/opinion/Europa/revolucion/elpepiopi/20110223elpepiopi_1/Tes), solo tarda unas líneas en merecer lo que ya se ganara antes, y así, al símil transparente que equipara a los mercenarios a sueldo de gadafi con el mero ejercicio de la política, se suma lo que el segundo editorial cuenta acerca del 23-f: “la lógica del golpista consiste en lanzar primero la flecha y dibujar luego la diana allí donde caiga.”

23 febrero 2011

Antes del vestidor


A las hemerotecas se pasa, a menudo, tras hacerlo por un vestidor donde, una vez muerto, de todas partes brota quien remendar la fama del finado, cambiando su traje por uno mejor, o no menos frecuente, tornando en andrajos la fama que el ilustre se llevara a la tumba. También en vida puede uno, sabiéndose próximo el final, cualquier final, no solo el biológico, hacer algo para adecentar la propia imagen. El reto varía según el papel que uno crea ocupará en los libros de historia, grandes o pequeños, públicos o íntimos. Y si lo irremediable no lo es tan claro a ojos de algunos, ha de ser también, junto al poder concedido al ego, porque en el apogeo de la libertad o del poder, uno escoge trajes que luego no hay quién se quite, ni a las buenas ni inducido. No hay medios para hacer acompañar a según qué sastre de un fiscal, y así, junto al traje de dictador cuyas costuras ya revientan, del saqueo por llegar en los palacios presidenciales de Libia alguien se apresta a llevarse la esencia misma del empecinado: su coraza, azul con charreteras, de soberbia, crimen y patetismo de fantoche.

Salto y castigo


Lo que la novela decimonónica es a la narrativa, el baloncesto lo es al deporte: un concentrado de comportamientos inusuales, cuya intensidad y emoción nace, como en la novela, simultáneamente de personajes que podrían ser uno y quienes nos rodean, pero también de seres cuyas fatigas nos son inexplicables. El ciclismo y la maratón exigen energías sobrehumanas, y si el símil los esquiva es porque el esfuerzo individual solo compite, rivales aparte, con las propias fuerzas, mientras el que exige mezclar el esfuerzo propio con el ajeno, que representan tus compañeros, aúna ese rasgo, que no es menos novelesco que real –el sacrificio de nuestras mejores energías a las necesidades concretas y cambiantes del entorno, ya sea laboral, afectivo, o sentimental. Raskolnikov, Ahab, o Josef K. cargan sobre sus hombros un peso que les excede, como si para acarrearlo durante 500 páginas hubieran de medir… dos metros ocho centímetros, que es lo que eleva Blake Griffin cada vez que su trabajo le obliga a poner el codo a tres metros del suelo. Intenta moverte a esa velocidad, con esa precisión, con la coordinación que requiere la mezcla, frente a esa defensa. Es imposible. Aún midiendo 1.75, te mueves como… Ken Follet.

22 febrero 2011

el ángel exterminador, 1


El mismo día que un empresario anuncia que se pegaría un tiro antes de dejar en la estacada a los inversores que acaban de saberse acogidos a un concurso público de acreedores, se publica la fotografía inédita de himmler tras ingerir la cápsula de cianuro al saberse capturado en mayo de 1945. La propiedad del mundo a que aspiraron para sí los nazis arduamente iba a soportar ser propiedad de quienes debieran haber sido sus súbditos. Y acaso parte de esa muerte pretendía escapar del descubrimiento público del tipo de abono con que sembraran sus ideas. Que no es decir que el pueblo a cuya mayor gloria trabajaran les hubiera dado la espalda por sus crímenes, pues los pueblos no paran en esas nimiedades y sí en su contabilidad que es la derrota.
Duele perder, y no que tus razones sean las que son. Por eso quienes hoy lamentan la suerte de sus ahorros, caídos junto al visionario que les embaucara con anuncios de crecepelo y una credibilidad tullida, han de maldecir la ruina súbita pero no, en justicia, el proyecto que lo amparaba. Pues fiar a la primera –que es su reverso, la fortuna súbita- hace imposible haber fiado nada al segundo, que es decir haber aspirado a entenderlo. Al revés es imposible, nadie que se haya asomado en los últimos cuatro años a algunas de las cientos de miles de páginas que los periódicos han llenado hablando de economía, puede haber contemplado el proyecto sin un sesgo de patetismo y asombro.
El populismo político que Alemania compró como inversión en la década de 1930 devastó un continente, y el populismo financiero, que viene de arrasar las economías mundiales, sigue teniendo compradores entre nosotros, que solo se explican en la concepción de la lectura del mundo como un horóscopo que no necesita ser aprendido, sino apenas interpretado. Por eso cuando ruíz mateos amenaza con suicidarse, por primera vez no está hablando de tipos de interés hipotéticos, sino, por primera y póstuma vez, de resultados demostrables: justo eso –pegarse un tiro- es lo que vienen de hacer sus inversores.

21 febrero 2011

3 días en la vida de la audiencia


El primer obstáculo insalvable en el conflicto entre Fernando González Urbaneja y paolo vasile es el del sector del que ambos dicen hablar, que para el primero es el periodismo, y para el segundo, la industria del entretenimiento. Y así, tan extraño se hace oír hablar al presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid de la cualificación periodística de telecinco, como a su presidente de la función social de la revista de variedades televisiva que regenta. Y acaso la mejor forma de expresar lo que telecinco hace por el periodismo sería ubicarla en el sector fiscal que le corresponde, y que ninguna inteligencia mediana ubicaría en el mismo que ocupan El País, La Vanguardia o la cadena Ser. Renunciado a ese blindaje, se expone Urbaneja a ser respondido en los términos exactos en que vasile habla de periodismo: su audiencia. Y, franqueada la traición al sentido común que es reducir el logro de un medio a quien lo observa, tendrá razón, por supuesto. Aunque una cosa sea la pluralidad y otra el valor de lo que ésta cuenta en cada caso. Stalin, Mao, Hitler son parte fundamental de la pluralidad ideológica que alumbró el siglo XX. Y parte no escasa de su explicación moral se basa en que éste último saliese de ese formato de la audiencia que son las urnas. Suena a guerra entre formas de entender el periodismo, y no lo son. Pero sí trincheras desde las que luchar por una forma de sociedad. Que más escuece cuanto más se advierte quién gana.

(http://www.elpais.com/articulo/Pantallas/Urbaneja/Vasile/enzarzan/elpepirtv/20110217elpepirtv_4/Tes)

20 febrero 2011

cómo están ustedes


Algunas de las más afamadas cosas que tenemos –la política, la deontología periodística, los estatutos de la ONU- consisten en un desfile de principios creados para ser expuestos en una vitrina, mientras para salir a la calle se usan otros, más funcionales. Nadie se extraña del cambio porque mientras los primeros, como los trajes de gala, sirven apenas para un momento dado, los segundos se ajustan sin problemas a esa exigencia de la vida moderna que es tener que salir a toda prisa con lo primero que encuentras en el guardarropa, sin que pese mucho si a lo que vas es a ganar o a ceder. Las vitrinas no se exhiben en público, como si lo que debieras ser se corrompiera por desuso, como una momia mal conservada. Por eso la irrealidad enfática que exhalan a veces los desfiles de moda tiene una ventaja –la risa, la apuesta desacomplejada por la farsa que no se cree nadie, pero se la aplaude y atiende a su importancia con valiosos minutos de informativos que el resto de farsas han de camuflar de verosimilitud, cuando no gravedad que tapa lo embalsamado con eslóganes como la pasarela Cibeles lo hace con telas. Quienes desfilan, quienes salen a saludar, quienes miran ensimismados. Todo es un gag.

16 febrero 2011

lo que nos dicen hacer es solo nuestro


En según qué países –para el caso, Yemen, pero también Italia- solo hay algo más extraño que ver manifestarse a parte de la población en contra de gobiernos que abarcan décadas: ver manifestarse a parte de la población a favor del gobierno. La ignorancia, o su guardaespaldas, el desdén, están detrás del apoyo que alguien de la calaña de Berlusconi se diría arrastraría incluso si las grabaciones le mostraran asesinando a alguien. No es inconcebible porque lo que se opta por no saber siquiera puede, así, aspirar a ser concebible en el equivalente social de estos buenos señores que aparecen en la imagen, alertando de su intención de sustentar al presidente ali abdalá saleh, hace unos días, en Saná. Decidimos venir por amor a la patria y al gobierno –se lee a un jeque de las tribus del norte en que se apoya el gobierno que le paga por estar ahí, diciendo eso. Y hasta ahí es normal todo. Y sin saber si en Yemen los jeques tienen el rostro de sus jardineros, camelleros, albañiles o chóferes, es dudoso que el que declara su amor al sueldo sea uno de los hombres de la imagen, cuyas dagas y gritos no pueden estar a sueldo de palabras tan graves –amor a la patria y al gobierno- porque esa es una moneda que el emperador paga solo a unos pocos. Asi que lo que gritan estos es solo lo que les piden gritar, como en Italia y tantos sitios, todo normal también. Salvo ese detalle –cuando las ideas que transportas no son tuyas, o tan escasamente que apenas llegas a entenderlas, sientes que vas con las manos vacías. Es entonces cuando aferras lo que tienes a mano –periódicos propios o dagas de matarife.

14 febrero 2011

san valientín

Miss you 2011 –para una camiseta.

01 febrero 2011

Gólgota picnic

Los griegos no eludieron lo que de teatral tenía la relación diaria, íntima e institucional, con divinidades a las que se pretendía tan presentes como el mármol de sus columnas. Y a los que en la vida real se consultaba mediante algo tan escenográfico como las vísceras de las aves, y que en los oráculos de Eurípides tenía un dios hecho de poleas al que se hacía salir a escena cuando las soluciones humanas habían llegado donde sus límites les permitían. Los dioses escribían lo que los hombres representaban a su pesar. Cuando Antígona desentierra a Polinices, ya no es sólo para negar a Creonte, sino la voluntad ciega y torva de los dioses que decidieran la ruina alterna e inexplicable de todo lo que conoció –madre, padre, padrastro, hermano prohibido, hermanos permitidos.
El catolicismo que hibernó en monasterios medievales junto a los restos malhadados de lo mejor que dieron de sí los imperios griego y romano, salió de ellos para adueñarse del mundo, y cuando lo hizo, en su voz estaban ya las que, siglos antes, hablaran por boca de Edipo, Medea, Ayax, o Hécuba de cuanta desdicha, extorsión y ruina como divertimento ansiarán los dioses que se reencarnarían, no en el dios cristiano, pero sí en los tiranos que harían de su iglesia un sayo ni un ápice mejor. En la estela moribunda o Lazariana en vano de ese poder nos hemos criado todos lo que pagan su entrada en el María Guerrero estos días para ver Gólgota picnic.
Como creador, uno no tiene elección –escribe Rodrigo García en el programa de mano. Es de teatro que habla, pero es lo mismo si aplicado a la religión. Carece de elección un dios y también quien paga sus tributos –con la domesticación o con la vida. Ocurría en Grecia, fue preservado durante el imperio papal, y subsiste hoy, por más que solo hayamos salido de un dios para caer en otros peores. El tiempo tampoco ha podido con ese símil obvio entre el deux et machina griego y lo que el catolicismo hizo, con poleas parecidas, del dios que fabricara, y así el dios que Rodrigo García ha repartido entre los personajes es también aquella fe troceada y falsa que solo aparece ante nosotros cuando la necesitamos. La procacidad, el lenguaje obsceno, la maniobra sanguinolenta con que los cinco actores se las apañan para hacer salir del teatro a no pocos antes de tiempo es una provocación camuflada en otra: la de quien devuelve a dios -específicamente a sus representantes- una pequeña parte del papel idiota que el hombre juega en su obra desde que se adueñaron del mundo. Y, más sibilinamente, el nuevo reparto de papeles que el personaje sugiere, entre imprecaciones por tanta falta de sentido, para ese dios que, en los lienzos del Barroco, es quien más ayuda necesitara, y fuera de ellos, resulta un títere violento, cuyas maniobras acaso simboliza la embarrada lucha que cierra la obra, justo antes del concierto para piano. La pantalla proyecta una caída interminable, un vértigo más. Y así, con la sangre que mana de tanta sensibilidad herida, se hacen transfusiones vivificadoras los demás.
Aunque para miedo, el que, hablando esto de García en realidad de las siete últimas palabras posibles del hombre, alguien lleve a escena el ritual que el propio Haydn escribía en 1801, al narrar las circunstancias fundamentalmente teatrales con que sus Últimas siete palabras de cristo en la cruz, fueron escuchadas en la catedral de Cádiz, donde se le encargara quince años atrás: cubiertas de negro paredes, ventanas y columnas, con solo una gran lámpara iluminando débilmente la iglesia, el obispo subía al altar a pronunciar cada una de esas siete palabras, intercaladas con los respectivos fragmentos musicales.