30 noviembre 2010

Extráñalo como puedas


Uno de los mejores rasgos de la parodia es que, lograda con la suficiente brillantez, deja de necesitar el objeto sobre el que proyectada la burla. Llegada a nuestro país a principios de los noventa la saga del teniente Drebin –majestuosamente nombrada aquí Agárralo como puedas-, escasamente podían sus tropelías beber aquí de la serie de televisión de la que los hermanos Zucker y Jim Abrahams extrajeron para el cine el personaje que fijaría para siempre a Leslie Nielsen entre nosotros. Que el parecido no requiera del modelo original es un triunfo. Al que, paradójicamente, Nielsen no dejó desde entonces de sumar el “fracaso” correspondiente: raramente película alguna que retomara el género de parodia que él inmortalizó ha podido, desde entonces, prescindir de su rostro como vehículo, como marca reconocible. Entrañable, investido de una dignidad de la que sus películas-patochada son sus principales beneficiarias, Nielsen traiciona finalmente, con su muerte, la norma sobre la libertad respecto al modelo: uno observa su rostro impreso estos días en todas partes, y ve a ese clon: el cardiólogo Valentín Fuster. Justo ahí nos duele.

29 noviembre 2010

Los malos diccionarios, 2

Se editan coordinadamente en varios países extractos de los informes secretos entregados a Wikileaks, y el revuelo automático tiene menos que ver con la primera acepción de “diplomacia” que con la segunda, entendida como “tacto o habilidad para tratar personas o asuntos delicados”. A nadie mediamente informado le suena mínimamente nuevo nada de lo que pueda decirse en esos informes sobre putin, berlusconi, sarkozy o ahmadineyad. Y ni siquiera el tono, franco y escueto, de lo que se sabe de uso privado resuena menos afilado que lo que editoriales y columnistas despellejan día sí, día también, en periódicos de todo el mundo. Así, a lo pueril que es sorprenderse de la función de unos servicios secretos, se añade lo infantil de leer hoy en El País que “las revelaciones ponen en riesgo proyectos fundamentales”, como si algún recelo de los publicados con membrete del departamento de estado norteamericano fuera más severo, o sólo más verosímil, únicamente por escribir bajo ese escudo lo que los agraviados pueden leer de sí mismos con sólo asomarse a un kiosco. No se ofende quien quiere sino quien puede, y además de para vender periódicos, poco más va a servir todo esto que para blindar enésimamente ese escudo con el que lo ilegal protege sus crímenes –todo vale lo que el tamaño del adversario, lo que la sospecha de quien te vigila o escribe informes sobre ti. Noticia de la sospechosa salud mental de un dirigente, de la pulsión mafioso-prostibularia de otro, del ego maníaco o el autoritarismo mamado en origen de terceros. Le quitas el membrete y es todo noticia de segunda mano.

Los malos diccionarios, 1

Cita a Jean Claude Trichet Joaquín Estefanía, hoy en El País: “la conducta observada por los mercados financieros es difícil de reconciliar con la hipótesis de la eficiencia de los mercados”. Y quizá porque “hipótesis” carga ya con no poca dosis de ironía, se desdeña la más obvia carga de irrealidad en la cita: que no puede haber distingo entre la “conducta” y la “eficiencia” de algo, cuando una es sinónimo de la otra. No otra cosa que eficientes son los mercados que cargan contra la debilidad de la deuda soberana de los países con más problemas para devolverla cumplido el plazo. La eficiencia de un tiburón radica en ser fiel a su más arraigada conducta. Y los mercados financieros son una clase de predador, al que sólo una inepta confusión con el gen del que derivó –los mercados, y su arcana función de cruce visible para la oferta y la demanda- puede atribuir funciones de equilibrio, de reparto, de armonía alguna. Al contrario que los órganos reguladores, las multinacionales de la auditoría, o los gobiernos que ampararon y jalearon el camino al desastre, los mercados financieros hacen exactamente aquello para lo que fueron diseñados.

26 noviembre 2010

Yo acústico

1. Una amiga de Alma dice que Arcade Fire merece poder tocar en el Auditorio Nacional. Es complicado porque es de esos sitios donde uno se sienta por fuerza en el asiento que figura en su entrada, y donde la prohibición de fumar significa justo eso. Asi que lo que está diciendo es que el problema de abrir el Auditorio a Arcade Fire es abrirlo a quienes asisten a sus conciertos en otros sitios donde los requisitos son más flexibles, o donde la acústica moral no desentona de lo que el espacio hace con la música.
2. Cruzado con lo que C. dice de la ópera por estos lares –que es más barato volar a Berlín y ver allí Tannhauser-, tenemos que el problema no es abrir a otras músicas los auditorios, sino lograr que quienes se sientan en ellos se levanten a veces para que otros puedan ocuparlos. O dejar entrar, igualmente, al doble de gente, pues como es sabido, a los conciertos de Arcade Fire se acude a estar de pie.
3. Algunos de los que acaso esperaban encontrarse la seriedad con que en la sede de la Filarmónica de Berlín se escucha a Wagner, ocuparon sus asientos en ese mismo auditorio en un concierto de 2003, en el que Simon Rattle envío a los cantantes y el coro de una ópera de Bernstein a bailar la conga con quienes de entre el público se animaran, que fueron muchos. Arcade Fire a veces empieza entre el público sus conciertos. Todo está ahí ya entre nosotros, esperando el orden preciso.

el hombre, en 9 horas

Plantar un árbol. Tener un hijo (vale tenerlo sólo un rato). Escribir un libro (vale que sea un blog). Ver Shoa, de Claude Lanzmann. Mañana, con El País.

21 noviembre 2010

paciencia del cedro


Escribe hoy Manuel Vicent en El País de un pájaro carpintero hallado en un bosque patagónico. Acaso es éste, esperando ahí desde diciembre de 2007, donde yo lo encontré.

19 noviembre 2010

Doce formas, o más, de escribir “manzana única en su género”

Como alternativa a esa forma de promoción que es imprimir en las solapas y anuncios las maravillas del libro anunciado en boca de otros, el formato que en el siglo XVII llevaba a editar compilaciones de dramas con el exhaustivo título de Doce comedias de las más grandiosas que hasta ahora han salido de los mejores y más insignes poetas.

11 noviembre 2010

Con derecho a honra

En Con derecho a fantasma, estos días en el María Guerrero, ese momento espléndido, casi el epílogo ubicado antes del final de la obra, en que Pasquale -enorme Tony Laudadio- declama su debilidad íntegra –el amor por su mujer que le abandona, el dolor por la miseria de años, el orgullo que sólo confiesa a quien cree un espectro lo que jamás diría a un hombre. Y que, sin saberlo, está exponiendo al amante de su mujer, a quien ha tomado por un fantasma desde el principio de la obra. Y al que Di Filippo honra con la ceguera hasta el final, con esa millonada en el bolsillo que, inmune a las pruebas que le acosan, sigue agradeciendo a los espíritus que habitan esa casa de 19 habitaciones. Por la que no pasan más muertos que vivos.