25 octubre 2010

del que elije, al elegido


A veces uno tiene escasa suerte y además de tocarle jugar contra el resto de equipos contra los que disputa el campeonato, juega simultáneamente contra un equipo de hace veinte años. Así, además de jugar contra los Celtics, los Heat, los Thunder y los Spurs, los Lakers de Phil Jackson lo harán este año contra los Bulls… de Phil Jackson, veinte años atrás. Asombroso como sea que el entrenador capaz de ganar seis anillos en los noventa compita en la historia con su versión de la última década, en la que lleva cinco, lo es, más publicitadamente advertido, el día impensable que desde aquellos Bulls verá este año a Michael Jordan (y a Scottie Pippen) esperar a que su logro imposible –seis títulos en ocho años- sea igualado por el jugador más transparentemente formado en el molde de Jordan –Bryant, que en once años acapara cinco.

La paradoja es que, al tiempo que todo el talento y competitividad de éste despierta preguntas sobre el relevo en la cima de la grandeza baloncestística mundial, sus logros habrán servido también para conjurar, sobre su sombra, la imagen del modelo al que aspiraban absorber. Suena injusto, cruel, definir con una derrota la carrera del dominador de una década –y ni siete tiene de vida la propia NBA-, y eso habla de una segunda paradoja, más complicada aún de lograr: que la dificultad de modelarte en un esquema imposible –parecerte a lo que no admite parecidos-, conlleve, en el mayor de los triunfos –acabar pareciéndote a él- revelar el fraude: el molde era un cebo, uno diseñado para proporcionar los dones que produzcan el segundo mejor jugador posible de la historia en el puesto de escolta.

Para aspirar a algo más, Jordan no vale como ejemplo, porque dominar desde donde él lo hizo no puede ser igualado. Por eso Le Bron James, como antes O´Neal en otra parte de la pista, tiene más posibilidades de lograrlo, no en el calco de un jugador, sino en la mezcla de varios, y la prueba es que el molde más cercano de James pudiera ser… el propio O´Neal: un cuerpo masivo y una agilidad no vista en su manejo. El prodigio de LSU pasó sus primeros trece años de carrera profesional siendo algo que no se había visto antes –y en esa lista sólo están Chamberlain, Russell, Jabbar, Sabonis y el fugaz Sampson. La longevidad de los tres primeros habría exigido de O´Neal un esfuerzo similar… durante cinco años más. El mismo reto espera a James, antes de que lleguen los días en que su volumen sólo le dé ya para jugar de cuatro.

Ambos –Bryant y James- podrían encontrarse jugando por el título este año, y con ello, la posibilidad del verdadero relevo en la búsqueda de un buen asiento entre la realeza de este deporte –el de las formas de buscarlo. Obvio que, y por si no fuera poco que con el molde de Jordan viene la inmunidad al exterior, a Bryant sus cinco anillos le dan de sobra para superar por arriba el debate hasta el día –si llega- en que el exCavalier iguale sus títulos, pero Le Bron está solo en su búsqueda –no ha habido un James antes de quien copiar. Sólo por eso, la temporada que empieza mañana merece ser, en lo que a la sombra de Jordan se refiere, la de su primer anillo en vez la del último.

21 octubre 2010

leer. dos. veces

http://www.elpais.com/articulo/Pantallas/PowerPoint/nos/hace/estupidos/elpepirtv/20101020elpepirtv_2/Tes

normalidad, una talla menos

http://lacomunidad.elpais.com/toros/2010/10/21/el-parlamento-europeo-mantiene-ayudas-los-toros

necesidad del vigía

Cuánta razón en lo que escribe hoy maruja torres en El País sobre los desamparados fumadores, en ese “respetar el derecho de cada cual a su espacio, a hacer lo que quiera mientras no perjudique a los no fumadores”, tan obviamente incompatible con “lo razonable de no ser fanático, del tipo ¡En mi casa no se fuma!”. Cuánta razón en denunciar “esa oleada de buenapensancia que nos cubre” y que equipara el derecho ético a fumar, con el capricho estético que es sentir asco ante la pestilencia que exhala un cigarrillo, y que se pega a la ropa, a lo que consume uno en bares y restaurantes, a esa flojera del ánimo que es exponerse con queja a sus efectos cancerígenos. O esa agresión constante al civismo y la convivencia que es recordar a un fumador que uno no es culpable por sentir repugnancia, y sí por causarla, ante el hecho sabido de que los fumadores lo son por haberles puesto una pistola en el pecho que les obligue a hacerlo. Más ante la intolerancia clásica de quienes, como el hombre que en la pág. 41, declara que cuando “pusieron un cartel -en su bar- en el que se decía “se ruega fumar lo menos posible”, la gente lo hacía incluso cada vez más”. Nuestra gratitud a salvadores constantes de las libertades básicas como marías, savater, leguina, torres. Cuánta razón. Y de qué clase.

18 octubre 2010

el héroe


No es fácil ser un héroe. Durante años te erigiste en portavoz de los que mataban sabiendo que los defenderías, echando la culpa a quienes se dejan matar por principios, osadía mayor que el gesto humilde que es matar por ellos, como si ninguna razón pueda asistir a quienes mueren, comparado con el gesto de valor que es salir a poner bombas o disparar a la cabeza. Nunca fue cuestión de política, sino de justicia. El heroísmo que defiende razones semejantes se dilucida en juicios y no en parlamentos. Por eso los alegatos contra el bando de los asesinados, los silenciados, los extorsionados, los forzados al exilio fueron siempre contra quienes, con sus leyes, obligaban a quienes mataban a hacer tal cosa. Tantos años clamando junto al héroe arzalluz o el héroe ibarretche para hacer entender a los obtusos que no era a personas a quien disparaban o reventaban, sino a artículos de la constitución o la ley parlamentaria. Matando no hemos solucionado nada –afirmas hoy. No es la muerte lo lamentado, sino los objetivos inalcanzados. El hallazgo crea un héroe y un traidor. Podría parecer incómodo, si no supieras que eso nunca fue un obstáculo para tus patriotas.

11 octubre 2010

Oferta del día


Sacado de El País hace unos días, con la misma facilidad con que la guerra une motivos y víctimas, sus armas y sus honras fúnebres, en una sola imagen.

10 octubre 2010

tener otra vida,

una que poder dedicar a la lectura de la web de The New Yorker.
Dedicado a zana y otros modelos, el concurso de encarnación perruno-literaria:

http://www.newyorker.com/online/photocontests/critterati_2010/

06 octubre 2010

Anatomía de un insulto

Escribe Javier Cercas en el dominical de El País 3.10 sobre la capacidad de empatía –aunque luego sustituya “capacidad” por la más veleidosa “voluntad”- que distingue a un padre que quiera aceptar a su hijo como es. Ya el punto de partida induce a error en cuanto que, para plantear lo anterior, antepone como utilidad el uso de la autoridad sobre ese niño, como si la empatía fuera un filtro para lograr una mejor ascendencia sobre él. Y uno tampoco entiende que para ahorrarse, pulcramente después, los adjetivos que sobre la falta de empatía de Arthur Miller sin duda alberga, haya de mentarle de imbécil, aún hurtado el nombre en el titular.

Menta la verdad al escribir que “no todo el mundo tiene esa capacidad de empatía, o no todos están dispuestos a ese esfuerzo.” Porque, centrado en los ejemplos opuestos de Miller y Kenzaburo Oé –ambos con hijos deficientes-, hablar de esa gestión de la paternidad como “capacidad para la empatía” se le antoja a uno de una sencillez gratuita o fatua de pura incapacidad de imaginar la mezcla de dolor y renuncia, de afecto y rechazo que han de sentir los padres de un hijo con síndrome de Down. Y si el coraje y amor inmensos de Oé son, en ese triunfo, “capacidad”, en la derrota de Miller (que abandonó a su hijo recién nacido en un orfanato) no parece injusto concederle al menos el derecho al “esfuerzo”, y, en ese fracaso, también el de merecer que no se le tache de miserable, como si todo lo que exigiera una labor sobrehumana, hecha de fortalezas inimaginables, se cumpla sin problemas en el resto de nosotros cada día.

Escribe Cercas que Miller juzgó que su hijo “desbarataba su proyecto vital”, como si tenerlo y renunciar a él fuera algo que hacemos todos sin pestañear. Y es directamente ruin al escribir que “es un hecho que Miller entró en decadencia como escritor cuando fue incapaz de aceptar a su hijo”. Que viene a ser lo mismo que decir que Shakespeare debe su espléndidamente bienhumorado “Cómo gustéis” a haber abandonado a su mujer ese mismo año. Escribe que se disculpa Cercas, pero no lo hace. Mantiene el insulto y el condicional –“quizá”- que hurtara en el agravio lo encuentra cinco veces para parapetarse en él en las últimas siete líneas.

Menta a Savater para decir que “lo que cuenta de la ética es el reconocimiento de lo humano por lo humano y el deber íntimo que nos impone”, pero ya incluso el sabio viene de abandonar a ese hijo que es tu propia dignidad, tras escribir hace dos meses, en el mismo periódico, que en lo tocante a defender a los toros de sus asesinos “a qué escandalizarse si la moral trata de nosotros y no de nuestras relaciones con el resto de las cosas vivas”, que “no existen derechos animales, que considerarlos posibles no constituye ninguna obligación cívica”. Es decir, que nada que no hable, piense o se comporte como tu merece compasión, y menos cariño. O “esfuerzo”, que diría Cercas.

05 octubre 2010

Todos eran mis muertos

Marilyn Monroe en la publicación de un extractado de sus diarios, Tony Curtis, que hasta hoy resistió, y Arthur Miller, del que puede verse estos días en el Español su Todos eran mis hijos. Los tres se reencuentran este fin de semana en los periódicos, tras hacerlo hace años, cuando ella reunió a ambos y les dijo: estoy embarazada y no sé de quién de los dos.