31 julio 2010

puntilla, 2

Opone El País ayer sendos artículos de Jesús Mosterín y antonio lorca para ilustrar las posturas que enfrentan la prohibición y defensa de las corridas de toros. “Toda Europa había sido un hervidero de supersticiones y crueldades; de censuras, quemas de herejes y represiones, y de torturas públicas de animales humanos y no humanos, incluidos el lanzamiento de gatos desde las torres de las iglesias, las peleas de perros y de gallos y de perros contra osos, y los encierros, acuchillamientos y corridas de toros. Frente a tanta sordidez y violencia, la Ilustración trajo a Europa la apertura de las mentes y la suavización de las costumbres. Las tradiciones más sanguinarias fueron abolidas en casi todas partes. Sin embargo, en España apenas hubo Ilustración y Fernando VII cortó de cuajo sus débiles brotes, restaurando la Inquisición y la tauromaquia, entre otros horrores. España se convirtió en una excepción y anomalía, la famosa España negra, caricaturizada por Goya, una anacrónica bolsa de crueldad y cutrerío alejada de cualquier ciencia y compasión.”-escribe Mosterín, transparente.
Lorca empieza diciendo que los que claman contra los toros, lo hacen contra “la fiesta”, quizá porque anteponiendo la diversión a la crueldad, o la tradición al juicio lógico sobre su contenido, se evita pensar ante el salvavidas de saber. Sigue lorca: La ley promulgada por el parlamento –que no menciona una sola vez- no es tal, sino “el triunfo sólo soñado, cuando sus promotores se dedicaban a recoger firmas para dar simple testimonio de su oposición”. Lo logrado no es, por cierto, la ley sino “su quimera”. Para ponderar el derecho de que a alguien no le agrade ver maltratar y dar muerte cruel a un animal, escribe que si gonzález, aznar o zapatero nunca han sido vistos en una plaza, es debido al “secular complejo de los políticos”. Algunos de los antitaurinos son “exaltados”. No como quienes, en la plaza, corean con admiración el sangrado y ejecución por tramos del toro. Signifique lo que signifique, “la mayoría de los gobiernos autonómicos se limitan a permitir la existencia de la fiesta, sin mover un dedo por su pureza”.
Quizá porque ya lo escribió ayer ampliamente savater, y marías a menudo, se deja lorca en el tintero el argumento clásico de que quien no quiera ir a los toros, no vaya, y punto. Como si el problema fuera que a quienes torturan y asesinan es a los antitaurinos, y no al toro. Tan similar al capote con el que algunos fumadores apestan su defensa diciendo que el derecho a fumar en todas partes es simplemente el de los no fumadores de no hacerlo, y allá la pestilencia o el cáncer de quienes, no fumando, exhalan por doquier –en la calle o en un bar- el humo ajeno. En fin, madrid está felizmente a salvo. Aquí las corridas, como la iglesia, el tabaquismo o el endeudamiento municipal, son un bien de interés cultural.

30 julio 2010

rediccionarado

Noticia en El País hoy del avance del protestantismo en América Latina, y a su sombra, acepción transparente del proceso de momificación de lo católico: que haya dado nombre a ese adverbio –católicamente- que define lo que no se tiene más narices que hacer, de lo que no hay escapatoria.

29 julio 2010

Claro que vienen a matarte

El debate sobre si es admisible prohibir los toros es el de entender la ley que los ampare o conculque, bien como acto de voluntad política o bien como consecuencia de la voluntad popular. Como buena parte de la población no sabría llenar dos folios razonando porqué deposita una papeleta y no otra en la urna cada cuatro años, y pues nadie ha leído jamás un programa político, se asume que el apoyo que reciben los elegidos para representar a su partido –raramente a sus ciudadanos- en el parlamento lo es para que, una vez electos, o bien inventen su andadura por la legislatura como dios les dé a entender, o bien lo hagan tratando de intuir qué pueda querer la ciudadanía al respecto de cada tema, en este caso, si desea o no ver prohibidos los toros.
Obvio que las prioridades de ambos son distintas, desde la propia política y desde los medios que juegan a vocearla se juzga lógicamente por igual los actos regidos por el principio primero –el partido al que se pertenece como prioridad- y los que realmente buscan dar solución a una inquietud social. Así, el estatuto catalán, con ser una propuesta apoyada por ese parlamento y por buena parte de sus ciudadanos es, juzgada desde madrid, como lo que es: una medida política tanto como ciudadana. Pero si ese mismo parlamento promulga una ley contra los toros, entonces la interpretación es que tal despropósito ha de ser estrictamente político, aunque la mayoría de sus ciudadanos apoyen la prohibición.
Obvio también que a políticos y medios-basura lo que la población quiera les importa en la medida en que coincida con lo que a su consejos de administración conviene, aflora el elemento clave en esto: irrelevante como sea lo que rajoy o cualquier otro opinen de política, lo que se esgrime es que las mayorías son interpretables. Que al igual que un político es elegido sin la más mínima instrucción popular sobre cómo comportarse y en nombre de que prioridades, sus actos pueden, dada la ocasión, no sólo improvisar su dictamen sobre un asunto, sino también imponerse sobre la voluntad popularmente expresada.
Las normas que rigen en el parlamento catalán son las mismas que en el resto de comunidades autónomas desde las que hoy se clama contra la vulneración de libertades elementales, y la población catalana mayoritariamente a favor de la prohibición de las corridas de toros no es distinta, en cuanto al valor de su voto, de las que forman el resto del país. Asi que lo que se denuncia, acaso por lo inusual de la propuesta, es el derecho a que la política de un lugar aplique lo que sus ciudadanos piden. Acaso para no sentar precedente.
Escribe tristemente savater hoy en El País que a qué escandalizarse si la moral trata de nosotros y no de nuestras relaciones con el resto de las cosas vivas –“naturaleza” es la barrera citada-, que no existen derechos animales, que considerarlos posibles no constituye ninguna obligación cívica. Es cultura –se lee desde todas partes. Pero eso no la redime, la cultura no es garantía contra la crueldad –responde Josep Ramoneda, en el mismo diario. Aceptado el derecho de los agraviados a no ver la sangre y la tortura derramada, que una ley lo prohíba les ha de parecer una golosina de la voluntad, sea política o popular. Acogotados, acorralados, viendo su final venir, les duele el día que, por primera vez, se sienten toros.

28 julio 2010

Viajar por otros


Uno tuvo un tío que viajaba mucho, su alegría y su cariño un ventilador perenne cuyos efectos te despeinaban por fuera mientras revolvían y aleteaban dentro una forma de ser que bien podría adquirirse en aquellos sitios de los que siempre parecía estar viniendo. Al enfermar mi tía, él se recluyó con ella y lentamente fue muriendo de tanto no irse, de tanto no volver. Como una embarcación comida por la herrumbre, antes desapareció lo que sirviera para desplazarse –él- que la tierra a la que vivió, y murió anclado –mi tía, dulce y buena como pan que te mirara comerlo. Acaso quienes no pueden ya moverse se parecen como piedras al viento de la erosión lenta, y acaso quien hoy se llega hasta donde guarda sus días detenidos el hombre de la imagen para moverle por dentro durante unas horas, es en ese instante la tierra a la que llegar, el sentido del viajero, de quien llega y vuelve para que le esperen.

01 julio 2010

Do the right thing

Acerca de la relación que une la práctica exigente de una actividad con sus requisitos, cuidados y el minucioso balance de lo que te permite seguir desarrollándola, y en memoria de tanto cantante de ópera, astronauta, cirujano o director de orquesta, Rudy Gay –segunda mejor marca de la historia en 100 metros y acostumbrado a alimentarse en restaurantes de comida rápida-, hoy en El País: “voy a ir a ver a un nutricionista un día de estos”.