30 noviembre 2008

diga a su prótesis que deje de mirarme

la llamada de vocento anuncia el escándalo surgido entre asociaciones progresistas –y el decantado hasta el ministerio de sanidad que anuncia su lógica potestad ante una cirugía estética en menores de edad- a causa del anuncio hecho público por una discoteca de sortear 4.500 euros para implantes de pecho, o lo que por esa cifra se desee. Como creo que merece mejor explicación que la que por radio doy, aquí la dejo:

1. si el problema, la causa del escándalo, es la demanda, entonces –añadido el matiz legal que impone el ministerio de sanidad- ¿ha de ser acaso que se considera denigrante, opresivo o chantajeante para la libre expresión de lo femenino el implante mamario?. Si tal, sonaría a tildar de alienada a no escasa parte de la población femenina de Venezuela, Colombia y Argentina, donde es costumbre extendida. En la asunción de que casi nada es malo o bueno hasta que su uso no lo inclina hacia una de las dos opciones, uno cree que ponerse pechos nuevos no es, como principio corrector, menos prótesis –sólo más definitiva- que ponerse cada día una hora de gimnasio, dos de depilación, media de maquillaje o bicicleta, y si me apuran, incluso dos de lectura. Acaso, en la denuncia, se vea como oprobioso el deseo convertido en reclamo, y así, querer algo sea menos decente que ir donde lo venden o sortean. Uno sospecha que es aquí donde más pecado haya: en que pase ofrecerlo, pase buscarlo, pero que haya que pasar por una rifa es, quizá, inadmisible. De alguna forma que uno no entiende, su obtención estropearía en esa visión los valores que lo preceden y que deberían ser inmunes a ello, como si un jamón fuera peor en el sortearlo que en el escaparate.

2. pero si el problema es la oferta, entonces señálese al palo que sustenta el resto del árbol de las vejaciones, pues uno convive cada día con anuncios de todo orden que suponen un neón vejatorio para las luces o el sentido común: la política nacional es una oferta diaria escandalosa de arribismo, falsedad y el más egoísta de los escrúpulos impunes; el pozo séptico de lo financiero no requiere mucha explicación; la televisión y el periodismo impreso o voceado insultan la inteligencia con tanta perseverancia como exhibicionismo da la inmunidad. Y sí, es la estupidez, la sumisión de los tontos y los ignorantes lo que buscan y con saña sortean.
Inherente a lo humano y sin duda específicamente a lo español, la atención de la sociedad es perezosa, cuando no inepta, y distraerla, redirigirla hacia campos inanes, viene a ser un implante también, aberrante por lo que supone: apenas hace unos días publicaba El País noticia de cómo el 70% de los alcaldes procesados por corrupción son, pese a todo, reelegidos. Y más próximos al tema de lo femenino denigrado, ningún periódico más vehemente en la crítica a la dignidad de la mujer que el que publica todos los sábados un suplemento insultante de mediocridad e irrelevancia femenina bajo el concluyente título de “mujer hoy”. No mucho ha que cierto idiota estadounidense pusiera en su tienda el anuncio que animaba a participar en el adivinar cuándo sería Obama asesinado. Como sorteo de una posibilidad que inevitablemente se anima al tiempo que se enuncia, la diferencia es que Obama está perfectamente como está, y quien opta a un implante mamario, es obvio que no.

Objeciones previsibles: primero, se trata de menores, población especialmente sensible a la manipulación y los impulsos torticeros. Segundo, es denigrante identificar o promover lo femenino como algo dependiente de lo físico, como si nada más contara. Actitudes como esa son las que crean la presión social que convierte a la mujer en objeto.

Objeciones a las objeciones: Primero, la sociedad educa con los peores y más persistentes ejemplos posibles, a todas horas y en cualquier dirección posible que se mire. Escandalizarse con un sorteo que pone en las manos de un menor la posibilidad de hacer lo que cualquier adulto haría si no fuera por las molestias médicas, el coste o el qué dirán, es emplear los dedos de la mano en señalar la paja que crece justo donde termina la viga propia. Segundo, la presión social por ser más atractivo, por tener mejor físico es la misma que en la Grecia clásica privilegiaba el culto al cuerpo tanto como el estudio o la exposición a la poesía, la filosofía o el teatro que, por cierto, hoy no importa a nadie. Pensar que por operarse o ir al gimnasio uno haya de ser automáticamente estúpido es un simplismo no menos irredento que el que acuña indefensión ajena con el prejuicio propio como molde. A uno, eso de achacar a un dogma inducido lo que es sólo un parecer contrario al tuyo, le recuerda esa otra profesión fraudulenta que es hablar de soberanía nacionalista en nombre de la mayoría –generalmente inmensa- de quienes no te han votado. O esos pueblos del norte de españa, oprimidos y ninguneados en el escándalo de sus voceros como la nación de las mujeres a las que no les convencen sus pechos caídos o pequeños.

24 noviembre 2008

2. sabes lo que eres capaz de compadecer

Escribe Thomas L. Friedman en The New York Times –en la transcripción de El País 7.11- como razón nueva en el triunfo demócrata el voto de los republicanos que percibían lo inspirados y esperanzados que estaban sus hijos, y no sólo no querían frustrar sus esperanzas, sino que en secreto querían compartirlas. No suena menos bien -menos productivo- por sonar irreal, pero que alguien renuncie a su parecer para favorecer el del contrario se antoja frágil porque, como ocurre típicamente con las herencias, que uno deje lo que tiene a su hijo sin juzgar si lo merece es sólo un instinto, un espasmo antes que una razón sólidamente validada. Claro, lo que se es capaz de juzgar es lo que se merece tu hijo, no sus razones.
Así, que en secreto quieras compartir aquello ante lo que cedes suena a patetismo de la voluntad, a ese no entender por qué tu hijo quiere algo que tú no. Justo al lado, que “la inspiración y la esperanza” jueguen algo en lo que debería ser exposición y juicio de más serios argumentos, es clásica maniobra de tiempo electoral, y en ella juega ese universal que es votar sin más razonar interno que lo bien o mal que le vaya al votante. Verbigracia, que a joe el fontanero no terminen de irle bien las cosas dice del bien general lo mismo que un escarabajo de la literatura universal: apenas uno de sus frutos elevado a tesis general, a principio regulador del todo. O la perversión del “si soy como todos, el todo ha de explicarse en mí sin más problema”.
Es en esa versión del peso de lo individual que renunciar a “frustrar esperanzas” suena a impostura, aunque bienvenida sea, pues es sólo hacerlo en función de la energía que muestra tu vecino en opinar lo contrario –que sea tu hijo sólo añade chantaje al hecho. Pero es un hecho feliz el que el 18% de los habitantes de estados unidos (los menores de 29 años) hayan optado, en un 66% por Obama. Porque ese porcentaje –creciente por debajo al incorporar las más generosas natalidades en negros e hispanos- unido al natural descenso de la población más envejecida –mayoritariamente republicana- producirá en las elecciones de 2012 una base de población presumiblemente afín o sensible a procedimientos demócratas.
La cita de Friedman se inscribe en un artículo de explícito título –la guerra civil ha terminado- y bien puede verse en ello el principio del fin de la influencia de la generación que vivió la gran guerra, y aún así ha optado repetidamente por trincheras del más puro sinsentido político, y el comienzo de una mayoría realmente civil, donde compartir las mejores esperanzas no requiera haberlas perdido de vista durante décadas.

09 noviembre 2008

1. el triunfo del tiempo y el desengaño

Es arduo imaginar una relación de un presidente con sus actos tan clara en el despeñarse como concluirá en enero la de george bush jr. Previsiblemente humillado a partir de ese día por un sucesor sensato, o sólo capaz de inteligencia, en la estrategia de gestión del mundo, sería sin embargo ilusorio pensar en que el aprendizaje de esa decepción vaya a durar gran tiempo en la cabeza de nadie, como no ha estado tan lejos de demostrar la inconcebiblemente idiota elección de sarah palin como segunda en la línea de sucesión al trono de haber sido mc cain quien colectara suficiente número de débiles mentales como votado aval de que bush sólo sería así malo porque la economía no va tan bien como la guerra. Que esa no-lección sea perfectamente posible aún para la mitad de la población de ese país, mayoritaria en veintiuno de los 50 estados que forman Norteamérica, es desoladora, no importa la ventaja final que obtiene Obama. Que 56 millones de personas a los que no se prohibe acceder a Internet o apagar la televisión piensen a palin perfecta para el puesto alumbra las reservas de preinteligencia, dispuestas a hacerse con el poder en cuanto el natural desgaste del gobierno afecte a un presidente cuerdo, lo suficiente para que la palabra “cambio” sea de nuevo la ganga hueca que el más tonto tiene la desverguenza de enarbolar allí o en cualquier sitio del planeta sin que se le exijan más pruebas de ello que la demagogia al uso para simples u obtusos. Viene un expresidente –santo y saña de su partido- de predicar aquí contra quienes venden la farsa del cambio climático, y nada pasa, porque qué importa el derecho a ser idiota en público si al día siguiente el mundo es otro, y nadie está aquí para procesar, y menos guardar, razones que liguen lo que vienes de hacer/decir a lo que te espera mañana, para juzgarte o al menos pedirte responsabilidades.

06 noviembre 2008