30 septiembre 2008

god&gun&gen

Uno pondera con admiración la obra de Ferlosio porque desdeña la portada de las cosas y se faja con lo que hay dentro, allá salten vísceras. Presentaba hoy nuevo libro y recoge la prensa el jugoso odiar a españa desde siempre. La tremebundez alertará mañana buena parte de la prensa, en cuarentena de la afrenta a tantos, y será, como cada día, porque a qué pararse a evaluar las razones que hay detrás de ese resumen –el odio, el desdén extremo hacia una idea, y más si es sacrosanta como es el patriotismo. Esgrime Ferlosio, en la nota de prensa, la pulsión por el deporte y la idea de patria que sangra en este país por todos los poros. A poco que uno espere de un libro algo más que eso, el ensayo ha de revelar un análisis más hondo del rechazo a lo español, y aunque no cabe esperar que su lectura aliente en los juicios el perfecto derecho de Ferlosio a considerar vive entre cuarenta millones de simples, a uno le agrada, por inusual, lo que se atreve a decir con la convicción de lo que no puede ser cierto sólo porque la portada de esa realidad es otra: obras públicas de envergadura, transportes punteros apuntando ya en todas direcciones, un poderosísimo sector bancario, eléctricas, petroleras, campeones olímpicos, museos y calles que guardan el esplendor de siglos remotos, millones de teléfonos móviles o de bares. Cómo odiar tan luchada prosperidad, tan ese nivel de vida y de saber vivirla. Ya en la calle, las portadas son otras estos días, pero es sólo porque a la mayoría del periodismo le conviene odiar al gobierno que no odia lo que ellos. Como demuestra estos días la razón fétida que hay tras la debacle financiera en bancos-portada de la economía mundial, el logro y mantenimiento de la prosperidad no exige, para ser lograda, más que la suficiente inercia y lo suficientemente extendida. Vive Ferlosio en un país logrado, desarrollado y en el que en casi todas partes te devuelven el dinero si el bien adquirido resulta defectuoso. ¿Se puede odiar algo así, bastando sentir la tan normalizada inquietud o escepticismo, todo lo más irritación? No poca prensa vomita cada día desapego y decepción para llenar las cubas más capaces. Se tilda a tantos de incompetentes, necios o malvados, se les odia, sus portadas lo cuentan. Aquí es tan normal odiar como mandar enfriarse eternamente en otro país al poeta que advierte que una de las dos españas ha de helarte el corazón. Por el contrario, uno cree que Ferlosio no odia, no en la medida en que se odia a éste o aquel, sino más bien que odia al país que produce, alienta, cuidadosamente preserva las prioridades culturales que la gente transporta por estos lares en la cabeza. Es un extremista –publicarán mañana no pocos- no discrimina en sus odios como nosotros, no apunta al bando de enfrente. Cuando le preguntan hoy por la portada de su libro, responde que le espanta, que obedece a la compra de Destino por Planeta. Y es justo eso: el supremo agarrotamiento de la inteligencia y sus posibilidades, vendido al mundo como se vende el amor propio, o el odio a admitirlo.

27 septiembre 2008

Un hombre, dos destinos

No todos los días muere Paul Newman, lo cual es una suerte y un consuelo, porque en esa decepción pactada con el cine que es salir de ver una película y tropezarte en un periódico con que el héroe que viste encarnado en una cara es, fuera de ese guión, un imbécil o un amoral, Newman era una excepción doble que no sólo deja a la regla peor preparada para seguir girando, también más indefensos a quienes asistimos a ella. Memoria de ese anuncio que Newman publicó, décadas después, al advertir la emisión de “El cáliz plateado” en televisión, y en el que pedía perdón en nombre de la película, que uno supone desde entonces tan mala como respetables el resto de las que rodó. Hay una escena maravillosa en Road to perdition, de Sam Mendes, en el que las balas que van acabando uno por uno con quienes le rodean permiten, ralentizado el tiempo de filmación, ver la cara cabizbaja de Newman bajo la lluvia. Es esa comprensión valiente y dignísima de lo inevitable la que ya nos falta.

23 septiembre 2008

razones para no escribir

"Podría decirse que, a partir de cierta edad, todos vivimos más o menos así, en una pausa dramática que se dilata a fin de evitar la desgracia total. Y de esa pausa surge el personaje que somos, sin apenas relumbre literario, más bien mediocre. La derrota de los afectos, la ruina del mundo compartido, no nos convierte en protagonistas de nuestra historia, y, al colocarnos en el lugar de la decepción, el vacío ocupado genera una enfermedad incurable."
Francisco Solano en Babelia (20.09.2008) a propósito de "Un día perfecto" de Melania G. Mazzucco

trincheras de lo recíproco

john grisham, que en una entrevista en El País 14.9, dice coleccionar relojes de pulsera y primeras ediciones de Faulkner, de quien recuerda cómo, al afrontarlo, lo normal era no pasar de la página 10. Faulkner habría, quizá, logrado leer menos páginas aún de Grisham. Y en esa justicia de fondo de armario que no atañe más que a quien lee tras escribir, hay en ese instante más sentido que lo que las masas, que ignoran la escritura, puedan decir con su opinión de la lectura.

22 septiembre 2008

los balcones y tirso, que se ahorca

Los balcones de Madrid, de Tirso, en el Teatro de cámara Chéjov, con esa Raquel Peláez en el papel principal de Elisa, a la que habría que decir eso tan del sector en Inglaterra como es “rómpete una pierna”, o mejor “deja, ya te ayudo”.

11 septiembre 2008

Hartazgo de la pescadilla

A todos los que durante años habéis soportado ver morderme las uñas primero y poco después la piel que la rodea, os escribo para comunicaros la resolución finalmente tomada, pues hace ya una semana empecé a comerme de una vez y para siempre. No es fácil, acostumbrado como estaba a que lo mordido tuviera siempre un sabor conocido, y no sé qué va a ocurrir con este diario cuando mis brazos sean devorados, pero pienso en todo el tiempo que ahorro, todo lo que podré hacer una vez que todo esto haya acabado, y me conforta.