30 abril 2008

Idus de abril

Se lee cesarán en el próximo bienio los responsables respectivos del Centro Dramático Nacional, Teatro de la Zarzuela, Compañía Nacional de Danza, Compañía Nacional de Teatro Clásico y Ballet Nacional de España. Hablaba el director del primero -Gerardo Vera- no hace mucho del tributo que se cobra en tiempo y energías la gestión económica que corre paralela a la artística. Quizá esa balanza fiscal sea también una reclamable, pero a la espera, en los últimos tres años los cinco organismos han llenado las salas en que se exhibe su trabajo, cosechado premios, alentado publicaciones y desclasificado sus respectivos géneros en lo que de previsible pudiera tener hoy la zarzuela, el ballet clásico o nuestro teatro barroco. El CNTC y la CND tienen desde hace un año una segunda compañía cada una, que permite a la primera salir de gira y alternar así montajes a la espera, por ejemplo, de la reapertura del Teatro de la Comedia. No ha de haber muchos centros de creación cultural con el dinamismo que César Antonio Molina imprimió al Círculo de Bellas Artes durante su gestión, pero si el número de revoluciones por minuto a que gira un engranaje cultural es uno valioso a la hora de juzgarlo, los fragmentos que van contando de la centrifugación a medida que salen despedidos ha de alertar también de lo que vaya quedando en el camino. Cierto cese sonado al poco de incorporarse Molina a la cabecera del Ministerio de Cultura purgó –o eso pretendió- la salida del hasta entonces responsable de la Biblioteca Nacional con la pereza como veredicto. Y acostumbrados como estamos a que los ceses de la cosa pública importen o alerten poco más que el fulgor de la traición con que se nos anuncian en los medios, duele la de Eduardo Vasco, Nacho Duato, Vera, Jose Antonio y Luis Olmos. Quizá porque, a diferencia de la invisibilidad relativa que apenas permite saber del peso real de alguien al cargo de una responsabilidad pública, las que suceden sobre un escenario se exponen al juicio de cualquiera el tiempo suficiente como para saber por qué aplaudes o te vas al descanso.
En sólo doce horas, ayer, abandonaron sus respectivos medios un calamar de diez metros y un tiburón peregrino de nueve, que en la noticia asombran, como todo, principalmente por el tamaño en que vienen a perderse, como si alcanzada cierta longevidad tan premiada en metros, más injusto fuera su acabamiento, pero también porque a mayor tamaño en vida, mayor el hueco que dejas donde estuvieras.

28 abril 2008

Dos ballets

Segundas y felices partes

Sea acaso indiferencia por el aprecio técnico, por lo que de precisión importe en el arte su ejecutoria, uno se aburre mortalmente en el ballet clásico, peor aún: uno no puede dejar de verlo poderosa, inevitablemente cómico, pura fantasmagoría amanerada, falsa hasta el tuétano que se deja ver bajo las mallas, y donde cada una de tan trabajada pose es justo eso: pose que recuerda a una muestra perversa de figuras de lladró. Preciosista de maquillaje y mueca forzada, toda emoción y pulsión hecha porcelana, o sólo máscara del hueco. Dicho lo cual, y felizmente excepción en el no pocas veces espléndido Festival de Danza visto en Madrid hasta hoy, tres son las coreografías que ha traído el Ballet de la ópera de Leipzig al Teatro Madrid estos días, la primera y la tercera son clasicismo apenas atemperado. Ambas a cargo de Uwe Scholz, danzan a Rachmaninov con una intimidad de ballet de cámara, y a Beethoven con tantos bailarines como profesores quepan en la orquesta. Marco Goecke es el responsable de la segunda de las coreografías: visceral, oscura, gritada, gemida, aleteada como pájaros negros, sexual a veces, vital en todo momento, tan radicalmente nada que ver con Scholz, y a la que las versiones de las canciones de John Dowland que Sting grabara hace dos años aportan, siendo tres siglos más antiguas que Rachmaninov y Beethoven, infinitamente más modernidad y latido a esa danza deconstruída que uno siente moverse con la ambigüedad y tortura que lo hacen los sentimientos, que lo que, antes y después, a ritmo de Scholz pasa de puntillas por el escenario, entre otras áreas.

La pérdida de una realidad, el hallazgo de otra.

Viene felizmente viéndose no pocas veces en este Festival de Danza en Madrid que una coreografía admite el teatro tanto como éste lo integra ya todo, y qué feliz, apropiado hallazgo el de sumar una lectura del Quijote que habla de locura lo justo y de pasos más cuerdos otro tanto. Egon Madsen es un Don Q cuyo quijotismo, bufón y tentativo, no poco debe a la presencia subordinadamente vigorosa de Eric Gauthier –San ch?. Con doble mimo ambos, sigue Madsen a su escudero por el escenario, acompasando su edad a la de quien portara en energía la dosis de locura bailada, o simplemente escénica, que sobra a Gauthier. El resultado es una vivaracha miniatura, delicadamente poética de humor, cercanía y sostén mutuo que incluye al Quijote en sus metáforas pero no tiene temor de desbordarlo si la música sugiere salir de él. Nunca es, en cualquier caso, mucho tiempo sin volver a ese recorrido en el que a cada aventura le sigue una parada del cuerpo que es también del ánimo, como corresponde a los tropiezos con la realidad, y así tras embestir bailando los molinos, se regresa andando hasta la siguiente oportunidad. Absurda, hecha de solidaridad y melancolía la obra toda, la Dulcinea travestida en Gauthier –que para vestirla entra en un armario que se cierra al ir a tocarla Don Q- aporta un delicioso giro a la inmortal historia de favores que el escudero torea por afecto a su señor en el descubrir Don Q la peluca con que simulara Sancho la amada del primero, y cómo al reproche por la farsa sigue un perdón que es reconocimiento, y que en asumir su soñar despierto le lleva a ponerse él mismo la peluca rubia con que Sancho mantuviera viva la ilusión que el anciano necesita. Una revista, no siempre bailada, sobre la pérdida de la realidad –cabe pensar cita el texto del folleto al coreógrafo, Christian Spuck. Y sin embargo La Abadía era el sábado un lugar de sonrisas, de pasos no de extravío sino de revelación.

26 abril 2008

En las horas que deja el hospital

La figura del sacerdote que espera en el interior del confesionario como si dentro de una nave espacial que esperara que los planetas vinieran a buscarle. Quien pasea a estas horas la iglesia del ¿Buen Consejo? recorre el itinerario de sus capillas como quien la sala de un museo. El hombre del confesionario levanta la cabeza y ve pasear por la exposición. No llegan a diez las personas sentadas en los bancos y quizá las moscas vienen a zumbar a la ventanilla, pero es la admiración por los fastos de sus paredes lo único que quizá confiesan los pocos que lo recorren. Somos arte, en eso hemos quedado –piensa tal vez el párroco. Museos de cera sombríos, acechados, como todo en esta ciudad, por el terrenal ruido que martillea no sé qué sótano. Y más parece un almacén al que arrumbaran los dioramas de ecosistemas olvidados, extintos, momificados como las aspiraciones de una organización que pensara estos techos sobrehumanos con que albergar almas de semejante tamaño, o quizá sólo domeñar, acaudillar con ello cuerpos jibarizados en medio de semejantes proporciones. Nadie viene y me habla –sabe el párroco, un rato antes y después de auparse al altar a hablar a quienes no le hablan a él. De las metáforas claras de invención y sorteo de videncias en que consiste esto, pocas más claras que esta de las lecciones impartidas en público a partir de lo que el público hace años dejó de hacerte saber. Entendida la liturgia como terminología, lo imponente preserva el silencio como rasgo vivo, pero el resto de sus lenguajes decaen como los ratios de cumplimiento de dios fuera de estas paredes. Actitudes, vestimentas, recorridos posibles, severidad extrema. Sólo las estatuas preservan la frágil escayola de los ritos que fueron y hoy no se piden como no se pide a un invitado que cocine o friegue. Fieles han de esperar pocos, y por cada letanía que llega como un silbido de detrás de mí vienen y van decenas de turistas que no lo son de la fe menos que de la arquitectura o el arte medieval. El silencio como pecado en ausencia de lo que no se confiesa. Ahí sí ha de saber el confesor de qué se habla en su empresa.

25 abril 2008

19 abril 2008

del crecimiento

En una misma página, agrupadas, sendas noticias hablan, respectivamente, de la campaña de desobediencia civil que viene de lanzar el pce al invitar a los contribuyentes a no pagar a hacienda una parte de lo que les corresponda pagar en protesta por el gasto militar. Y justo al lado, ya gastado aquello en balas, de cómo iu dilucida cómo expulsar a los 3 concejales de iu-eb que, en mondragón estos días, al negarse a apoyar la moción de censura contra la alcaldesa de eta/anv, apoyan de facto su continuidad. En lo primero, el pce ha de saber que la financiación de los partidos sale de la misma hucha que el gasto que nutre los ejércitos, y que, abierta la posibilidad de poder conceder o negar a qué partes del sistema se apoya financiar, muy antes que a lo militar la mitad de los votantes de un lado del espectro mandaría a habitar bajo los puentes, en masa, a los representantes políticos del otro lado, y viceversa. Y en lo segundo –en la casilla vasca de seguir matando- sólo pasa a iu lo que tamayo le pasara al psoe, o aguirre al pp: que lo político necesita de los enanos, aunque crezcan, pues al circo se va por múltiples razones, y prescindir de una atracción, por funesta que a la larga sea, es achicar la carpa y reducir los ingresos. En realidad, la miseria humana, lo que de boca tiene el pez de la traición, no hace crecer a nadie. Pero, como muestran los periódicos a diario, siendo lo político casa mezquina hecha de bajezas, una vez dentro uno ha de hacerse al tamaño de la moral general, o salirse.

12 abril 2008

rendidos e irrelevantes

Como con todo lo que considera diariamente irrelevante, llena abc 5.4 su página 20 de la prescindibilidad enésima del presidente del gobierno, mostrado solo durante varios minutos en una reunión de la otan esos días en Bucarest. No sabe inglés –se lee como explicación, de la misma forma que otros no saben pensar y van, pese a todo, de corrillo en corrillo. Transmite empatía bush, campechana simpatía, con sus peculiaridades adoptadas al mercado del sur de su país, un mismo tono que pudiera verse en blair, o en aquel Clinton del que se decía como virtud que cuando escuchaba parecía no haber nada, en ese instante, más importante en el mundo para él. Por idénticas razones, idioma al margen, uno no cree al presidente del gobierno español menos sociable que ellos –y menos en este periódico, en el que esa sea, acaso, la única virtud que se le admite- asi que quizá lo que pudiera ocurrir es que, sumado que bush sí habla inglés y que, aunque no, su puesto es un imán para el corrillo más deslavazado, quien pretenda jugar al mismo juego de la amistad centrifugada, tiene que llegar antes que él, o en su defecto, llevarse bien con el competidor, aunque sea sólo porque vas a encontrarte con él cada diez risas. Quizá porque zapatero carezca de alguien que, como Condolezza Rice a bush, pueda decirle en plena reunión reciente que se calle, aquel declaró en su día preferir, como cualquier ser dotado de una inteligencia mínima, a John Kerry antes que a bush. En el mismo artículo en que, también en lo fotográfico, se minimiza el tamaño de uno y se aprecia en toda su dimensión la estrecha relación que une a bush con el demócrata putin, se lee del oráculo de quien dirige el partido de la oposición en nuestro país, que advierte españa “debe tener una relación especial con estados unidos”. “Especial” significa, para gran bretaña y francia, entre otros cercanos a estados unidos, la imposibilidad de sacar sus tropas de esa guerra en Irak impuesta al mundo por mayoría cualificada, de la que españa formara parte en tiempos menos desdichados para nuestro prestigio en aguas internacionales. España debería haber mantenido sus tropas en Irak –es un titular que uno no termina de leer aunque sería lo lógico en aras de entender cuán mejor deberíamos estar. O este: Zapatero debió haber apostado por bush -como debe hacerse por el bien de las páginas de economía, aunque desde las de internacional se califique a bush de probable peor presidente de la historia de su país. No es lo mejor para un país que el presidente de su gobierno languidezca en sus apariciones internacionales, y sin embargo no suena mejor apreciar el grado de efusivo entendimiento que parece inspirar bush en todos los que no se quedan sentados y solos en un extremo de la mesa. Regido el mundo por ese latiguillo, es previsible que otros, como el mal acompañamiento, quede para los refranes como la cordura o la ética para quienes, ajenos a ese chantaje permanente a los propios principios que es gobernar, se querrían en esa imagen pública –que es la del público bush- mientras azuzan de momento la contraria. Las armas de que requiere un gobierno para hacer valer sus intereses en el mundo no siempre son las mismas que se exhibe en la pascua interior y diaria, y éstas, alertadas éticas aquí y convenientemente sobornadas allí, tanto van desde aquella comparencia de Colin Powell en la ONU a la que en los medios impunemente es, en sus pruebas, al tiempo destrucción masiva y mentirosa.

10 abril 2008

http://es.youtube.com/watch?v=z25t-PQDn5A

delicioso juego de posibles, o de cómo las cosas pueden, sin mucha menos probabilidad de llegar a ser, tan distintas a cómo acaban siendo.

07 abril 2008

Se mira, pero no se escribe

En mucho escribe estimar Juan Bonilla los pasos perdidos de Trapiello que estos días echan a andar –como siempre, un lustro después de ser escritos- su decimoquinto volumen, y en la reseña que publica el mundo hace unos días, noticia de algo que cuentan sus páginas hace llorar al propio: de cómo, reunidos en su día poetas varios, a la hora de comer prohíben al autor estar, so pena de que lo hablado se convierta, cinco años después, en parte del escaparate.

05 abril 2008

hace cuatro siglos, parecido.

Leo un artículo sobre las FARC (eps, 30-3-08) que termina con un poema de William Ospina sobre Lope de Aguirre:

“Nada es piedad aquí, nada es dulzura.
Si son crueles los monjes en los penumbrosos claustros de España,
si son degolladores los reyes y envenenadoras las reinas
en sus artísticos salones llenos de lienzos y de lámparas,
si son perversos los obispos y lascivos los papas
en la nube de mármol de sus tronos romanos,
si son despiadados los clérigos que leyeron a Homero y a Séneca,
si son salvajes los capitanes que comen la carne cocida
salpicada de jerez y orégano,
si bajo Europa entera aúllan las mazmorras,
¿cómo puedo ser manso en estas tierras,
ceñido por las selvas impracticables,
lejos de esos palacios tapizados por la letra y la música?
He decidido ser un tigre.
La selva invade el alma como un vino.
Aquí no hay bien ni mal, sino el zarpazo.”

03 abril 2008

como el espejo mismo

Un supermercado y una señora que pide ayuda para localizar lo que el espejo muestra pero no halla fuera de él, asi que miramos un rato al espejo y luego alrededor, hasta que aparece, justo al lado. Uno lo ve como el reverso real de esa propiedad tan frecuente de los objetos que compramos que es mirarnos en ellos.

02 abril 2008

Piel circular

Un artículo de Arsuaga en El País 30.3 que se abre con esta cita, firmada al unísono, de Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick: "Tras cada hombre viviente se encuentran treinta fantasmas, pues tal es la proporción numérica con que los muertos superan a los vivos. Desde el alba de los tiempos, aproximadamente cien mil millones de seres humanos han transitado por el planeta Tierra. Y es en verdad un número interesante, pues por curiosa coincidencia hay aproximadamente cien mil millones de estrellas en nuestro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada hombre que jamás ha vivido, luce una estrella en ese universo". Impreso en el otro lado de esa página, el recordatorio anual de la matanza anual de focas del Ártico que sucede estos días. Y de ese matadero al de Legazpi, en que hasta finales de mes se puede ver el montaje, asesinado por Robert Wilson, del texto de Ibsen La dama del mar, en que se cuenta, entre otras cosas, de la creencia en que las focas son hombres que se despojan de su piel de cuando en cuando, para volver a vestirla, pasado un rato. Una estrella por hombre, un hombre por foca, la estrella Wilson por cada crimen posible.

01 abril 2008

testamiento

Si cabe prever para la idea de herencia una comprensión honda, uno diría que este país, en el que nadie cede la responsabilidad completa de una tarea a no ser que le estén matando, es el lugar idóneo. Recogen hoy los periódicos el anuncio de cierto nombramiento político en las filas del segundo partido más votado, y a cuenta de la renovación que ello supone se cuentan ya los bosques que, vienen como en Macbeth, a plantarse cuando no, como se advierte desde no pocos medios, a ofrecer sus brazos para que puedan ahorcarse los nombrados y quien los nombrara. Cargan los iracundos con la herencia que dicen dilapidada, y olvidan que, cedida con todas sus consecuencias, el uso que se le dé es responsabilidad exclusiva del muerto y de quien se quedara sobre el mundo para administrarla. Es el muerto el que clama –dirán algunos con razón. Pero es que nadie que reciba una herencia debería dejar, primero, de visitar la tumba de su benefactor. Para asegurarse. En cualquier caso, si no le gusta Macbeth, van directos a esa otra comedia de final feliz que es Hamlet.