31 octubre 2007

a césar lo que es de bruto

Cuando menos, del espléndido perfil de Rodrigo Rato que publicó El País el domingo de manos de Jesús Rodríguez, se desprende la lógica última –si alguna quedara pendiente de hallar- de la decisión de aznar el día que eligiera a rajoy como sucesor. Si esto no fuera suficiente razón para confiar en Rato en caso de, uno no olvida una frase suya al poco de aterrizar en el fmi: “tengo lo que quiero, no sé si es bueno o malo”. No siempre la verdad se pronuncia a base de enunciar claramente lo que uno ignora de sí, pero ayuda que a la franqueza se una el vigor intelectual que, por comparación, uno no tiene forma de vislumbrar en quienes, por proximidad posible a algo como la inspiración, lucen la conspiración y que sea en preguntas cortas. Coincide Rato con el gran Miguel Marín, o con Solbes en que parecen tener por buen uso el tratar de decir la menor cantidad posible de idioteces. A ellos dedíquese este día en que el juicio del 11-m concluye el infausto momento en que, junto a los muertos y sus asesinos, nacieron otras víctimas y otros culpables-estos sí, transparentes cada día en las páginas de cualquier periódico o simulacro.

30 octubre 2007

caminos de la naranja

Era uno de esos exprimidores anodinos, que en vez de corazón tienen motor, y no recuerdo si mi padre se molestó cuando cambié su regalo por uno que simulaba un cactus y que, visto cómo trataba a las naranjas, pronto acabó arrumbado en un armario, al cargo de ese exprimido del algodón que son los hilos de coser. Tal si el exprimidor con forma de planta de plástico hubiera dejado desocupado un tiesto, años después, mirando aquel en que apenas habrían brotado los pipos enterrados, mi madre dictaminaría que las naranjas no tenían nada que hacer –qué brotar, se entiende- en la maceta. Tampoco podían tocarse las que por esos días aparecieron en un dominical, una en cada mano de la mujer asiática que las sujetaba, aquí lo que se exprimía era ella, pues, tal y como contaba el texto, si el cliente se acercaba y tomaba una naranja significaba que acababa de contratar una felación, y si tomaba las dos, el acto sexual completo. La fotografía era en el blanco y negro de las cosas ajadas o mudas por abuso de sus colores. Nacidos en esa era del gris con apenas meses de diferencia, Sergei Prokofiev y Charles Chaplin hicieron salir, respectivamente, del amor de tres naranjas una ópera y del de docenas de mediasnaranjas, diez hijos, una de los cuales pasaba por Madrid estos días con un espectáculo –El circo invisible- tan divertido como preciosista. En el escenario, sólo dos personas se turnan el circo y lo invisible: lo primero a cargo de Jean Baptiste Thierrée, lo segundo en los disfraces y artilugios reversibles de Victoria Chaplin, quien mueve sus cincuentayseis años como si tuviera un motorcito dentro con que plegarse y desplegarse a su antojo. En un momento dado desde el escenario vuela una naranja en dirección al público, es la misma que observo ahora sobre mi escritorio, al cabo el mismo huerto que las anteriores.

25 octubre 2007

labor social de la publicidad

Llévate en exclusiva con El País la discografía completa de héroes del silencio y bunbury –se lee en una doble página, hoy. Y sí, por favor, que alguien se la lleve, cuanto antes.

19 octubre 2007

cautivo y desalmado

Viene de decir mayor oreja que el franquismo no es condenable en tanto fue algo que muchos vivieron con extraordinaria placidez, algo que muchas familias vivieron con normalidad y naturalidad. Se entiende en esto que en los principios de un estado fascista –el franquismo los tiene en un levantamiento militar- importan menos los pies de barro si la cabeza, o al menos la tripa, se apoyan en esa columna dorada que es la placidez. Ha de ayudar ver en las raíces del mundo hilillos enterrables el que la cabeza del sistema mire erguida con ayuda de quienes, dentro de las sotanas o los sótanos, alquilan el cielo a cambio de bulas en la tierra. Para llegar a ser, el franquismo incendió de miseria, clericalismo burdo, ignorancia y rencor las chimeneas que alimentaban la normalidad de que se habla. La pira ardía asi que para qué preocuparse de la tala criminal que la precedió. Un día después acebes ratifica sus palabras, pues cómo decir a estas alturas que es al revés, que en ese molde del que viene ambos, a mayor oreja, menor cerebro.

17 octubre 2007

eres como un cerebrito

Estrategia de la rosa que retrasa su abrir hasta que la de al lado lo hace, pues mientras te acercas para oler la segunda, lo haces tanto que no puedes verla, tus ojos van entonces a la otra, la primera.

06 octubre 2007

Yo fui ese

Entrando por la puerta de Goya del Museo del Prado, se accede a una galería que todo el que acude a las muestras temporales atraviesa. Si se resiste la tentación de pasarse a Velázquez y Goya, cuyas salas se abren a la izquierda, José Ribera es el primer pintor que sale al encuentro, y siendo uno de los pintores con menos retratados por metro cuadrado, la repetición de modelos, que en otros es indistinguible, en él es algo que se ve antes, o al menos no después, que la obra en sí. A la izquierda hay un monográfico que junta un San Andrés (1631), un San Bartolomé (1641) y un San Jerónimo (1644) en el mismo anciano que posara para todos ellos, y aún en la pared de enfrente repite como San Bartolomé (1630). Un poco más adelante, también en el lado izquierdo, un San Pablo (1635-1640) y un San Pedro, libertado por un ángel (1639) cruzan miradas con el Isaac (1637) que les contempla con los mismos ojos, la misma nariz, el mismo todo. Arquímedes (1630) y la mujer barbuda (1631) son casi el mismo cuadro de tan juntos y de tan el mismo filósofo griego amamantando a un niño. En sus ratos libres es también, unos metros más allá, San Simón (1630), y todos ellos casi uno de los borrachos sacados de la sala de enfrente, con Velázquez. Finalmente, lo que podría haber sido un boticario reencarna –al menos eso- por tres veces en San Pedro (1630, 1632 y 1615 por orden de aparición, aunque la última de ellas lo sea como apóstol inserto en un grupo sin nombres asociados). El principio de Dorian Grey –sólo como idea.

05 octubre 2007

de bergerac al suelo

No escasamente bien encarnado estos días en el gran José Pedro Carrión, es un generoso amor el de Cyrano, amplio, noble en el espejo cruel de su mera contemplación, en él la hondura del sacrificio que antepone al sufrir el hacer el bien del otro, aunque –tortura inimaginable- sea la de procurar, a través de él, el amor hacia otro de aquella a la que ama. Lo que escribió Edmond Rostand a fines del XIX es acerca de esa grandeza: la búsqueda de la dicha absoluta aunque sea a costa de los propios sueños, aunque sea fuera de uno. Sin la recurrencia a la nariz lo sería más, pero entonces probablemente no habría sobrevivido hasta nosotros como obra. En el proceso de creación de semejante nobleza, Cyrano crea un pelele en Cristián que quizá no lo sería de renunciar prestarse a las alturas que, desde aquel, adopta como fácil y rápida fórmula hacia el éxito. Sólo esa duda asoma, en la claridad del narigudo, en la medida en que promueve en polluelos un amor cortés de tan alto vuelo que nadie sino él logra. Acaso Rosana, sin esa ayuda envenenada, hallase amor por Cristián de igual manera. No es arriesgado pensar que, al compartirla en boca de su marioneta, Cyrano arruina sus posibilidades de obtener lo que su poesía, al vivir sólo en él, ganara tal vez enfrentada a la general parquedad oral. Es tímido el galán que le roba a Rosana el corazón, pero la grandeza de Cyrano, en producirse, quizá le roba a aquel el alma al hacer de él puro fingir. Habría que probar esa lectura –un Cyrano calculador, midiendo, mientras mide su generosidad, la distancia que va en Cristián del espejismo al suelo.