23 junio 2007

Sucio

Pues ya se fue lamela de la Consejería para el Desmantelamiento de la Sanidad Pública y ya tenemos decisión judicial sobre el caso del hospital Severo Ochoa de Leganés: sobreseído por falta de pruebas. Ya pasaron las elecciones, ya votó la gente, ya está hecho el daño, ya se puede publicar la sentencia.
Si todo el dinero que gastó lamela en autopromocionarse en las publicaciones de la consejería (una fotografía suya en el 75% de las páginas de cada número) se hubiera dedicado a otras partidas presupuestarias relacionadas con sanidad...
Porque, una cosa es que fallen las predicciones, cambien los métodos o adopte otras formas, pero la lucha de clases sigue existiendo. Aunque pretendamos reducirlo todo a opinión, la realidad no resiste un segundo análisis.
Lo que pasa es que ahora, en vez de religión (o además de) tenemos televisión. Se ríen de nosotros y luego les votamos.
Dije SUCIO.

Salem

Si, separados apenas por un par de tabiques, han coincidido por unas semanas dos textos que vienen o van de la purga de la ortodoxia comunista a su siempre rastreable precedente, un tercero se suma ahora, en la ópera de Brecht y Weill, a la triada de obras escritas a golpe de hoz y martillazos que el Español acaba de enlazar. Si Louis Aragón escribió en 1972 la carta de despedida que sirve de inspiración al estupendo Vals del adiós que se ha visto en la despedida del gran Fernando Guillén, Henry Miller escribió –por cierto a partir de una danza no menos privada- Las brujas de Salem en 1950, estos días en la versión, también dirigida por él, de Alberto González Vergel. Se lee estos días que, en su escritura a partir de un hecho real sucedido en 1692, Miller privilegió la prisa por denunciar la caza de brujas desatada en su país por el inquisidor Mac Carthy, y cierto o no, la premura recorre la acción de sus jueces y sus víctimas: unos, los más, por ver aplazada o esquivada la condena que les acusa sin pruebas; otros, los menos, por castigar cuanto antes lo que no existe sino en las cabezas de los acusadores; y en medio de ambas, la más reconocible de las causas: los más puros y simples despecho y venganza como hilo mayoritario de la soga. En un mismo plano de relevancia –conexión con la actualidad incluida- que la intolerancia y el poder de la superstición, esta es una obra sobre el poder de invención que más fuerza adquiere cuanto más ignorante y maniatado el entorno en que sucede. El miedo a ser castigada hace que la acusada señale, invente, otros culpables. Si lo falso de la acusación primera –brujería- es real –ha de pensar- entonces, lo que se invente a partir de eso fácilmente ha de ser visto con igual credulidad. La invención íntima –que oculta no poca crítica social- está en el origen de las pruebas que inician el proceso: el testimonio de la fámula negra que, sumisa y oprimida, dice haber escuchado del diablo la promesa de trajes bonitos, premio que promete en superstición, en creencia privada –con lo tribal como cebo en el personaje- lo que el sistema le negará con sus normas, y cuya necesidad será todo lo que los representantes de la sociedad requieren para alumbrar el más crédulo oído a lo que viene del ser más atemorizado, ignorante y tratado como inferior. Invención paranoide hay en la lectura de los libros en que el inquisidor reverendo Hale declarará contener, explicada, reducida, la idea de lo demoníaco y la ley que se deriva de ella. Y donde está ya el ascua para quemar otros libros y los lectores que hagan falta, con la misma fe con que a mediados del XVI pintara Berruguete los libros que habrían de salir volando del fuego para demostrar su virtud. La religión que describe Miller –y religión era lo que Mac carthy esgrimía- es, inventado el infierno a partir de quienes no lo representan, la bruja real. La noción fantasmal y afiebrada de fiscal, de tribunal, de testigo, de la idea de pruebas. Todo es aquí pura invención, superchería recién hecha al servicio de supercherías intocables, en las que denunciar con la debida convicción es más relevante que aportar pruebas. Existe una conjura –dice el jefe del tribunal para afirmar, como sucede fuera de los teatros, que la razón, más que ocuparse de lo demostrable, está para sostener lo imposible: el que nunca hay pruebas suficientes que nieguen lo que sólo existe en la cabeza.

22 junio 2007

all Wright

Rufus Wainwright lleva una hora larga cantando y tras la primera salida ha regresado enfundado en un albornoz blanco, en un momento dado se sienta y de una caja extrae unos pendientes plateados que se pone, entonces se pinta los labios, se calza unos tacones y retrocede hasta el centro oscurecido del escenario, al tiempo uno de los hombres vestidos de traje negro que ha aparecido se ha ubicado entre él y el público de forma que no veamos qué está haciendo, hasta siete hombres vestidos como el primero surgen y se apiñan, agachados, en torno al Rufus oculto. Un instante de expectación absoluta –Wainwright ha empezado el concierto hablando de su nuevo video en el que aparece en albornoz y cómo al final descubre su ropa interior- pero la sorpresa no es lo que se ha quitado sino lo que se ha puesto: cuando la música –grabada- asoma y las luces le muestran, es la escena grabada en la retina de Marilyn Monroe rodeada de hombres de smoking la que vemos, Wainwright es ahora una figura de negro ceñido, medias y un sombrero ladeado, se mueve con una femineidad que obviamente no necesita ensayar, canta uno de esos espléndidos temas de hace medio siglo que parecería haber escrito, como todos, Cole Porter. Los hombres de negro componen una coreografía destartalada pero divertidísima cuyo gozo radica, en no poca parte, en reconocerlos miembros de la banda. La voz de Wainwright es un prodigio que sostiene sin necesidad de gran apoyo cualquier cosa que cante, y en eso caben con una naturalidad irreal los géneros, las épocas e incluso un talento incalibrable al que se le queda pequeña la música entre la que se gana la vida como cantante. No pocas de sus canciones suenan a Lieder, canta en francés si lo desea –como su hermana- o abre un disco con un tema sacro cuya letra es en latín. Pero resulta que el superdotado está justo delante, vestido de mujer, contoneando su figura y su magnífica voz grave como antes el piano, mientras le sabemos componiendo desde hace tiempo una ópera –léanlo dos veces- por encargo de The Metropolitan Opera House. Apenas entrado en la treintena, este personaje se le antoja a uno tan irrepetible como alguien que hubiera nacido con seis manos, que escribieran, por demás, a la vez como Brecht lo hacía sobre siete mesas. El catálogo de sus dones crecerá en septiembre, cuando saldrá a la venta el dvd/cd que recoge su concierto en Londres de hace unos meses, mimético del que ofreciera Judy Garland en 1961.

16 junio 2007

of et lia, 1

En uno de los cuentos de Andersen una niña gasta sus cerillas en alumbrar deseos de un mejor clima, uno que le permita vivir más de lo que representa la luz y el calor de cada pequeña hebra de madera. Extintas éstas, se apaga aquella. Como cerillas gigantes encendidas de verde, una hilera de colosos escolta el camino que atraviesa uno de los parques que pueblan Copenhague y que desemboca en una estatua del gigante danés. Y en medio de este clima de otoño moribundo uno mira al cielo en el que el azul de noche no se va, sólo se aplaca -y por un rato- y piensa en lo que la gente querría, todos esos deseos apuntando hacia arriba como linternas infinitas, transportando al cielo todo el calor de que eres capaz en mitad del frío. Quizá poniéndolo a salvo.

14 junio 2007

no hablemos del pasado

Algo más de 4 años desde la invasión de Irak han pasado ya y seguimos sin democracia, sin reconstrucción, sin armas de destrucción masiva.
Pero no hablemos del pasado, hablemos de los miles de personas sin esperanza refugiadas en Jordania, en Siria, en Egipto,..., hablemos de los muertos que se acumulan día a día, hablemos de un mapa étnico que se desdibuja, hablemos del petróleo que sigue manando, hablemos de la falta de escrúpulos de los invasores, hablemos de la capacidad de olvidar de los europeos, hablemos de una insurgencia que no sabe quién le paga, hablemos de los ayatolás frotándose las manos, hablemos de un país sin administración, sin policía, sin ejército, hablemos del paraíso de los anarquistas neocons...

Voces de Irak, Fundación Diario Madrid, Larra 14, Madrid, 7 al 22 de junio

08 junio 2007

no presentados

A falta de un número decente de razones, es previsible ver fundar en uno suficientemente holgado de seguidores lo que uno defienda, y así se lee en el comunicado de eta que “han sido miles de votos a favor del cambio político y social”. Proscritas la mayoría de candidaturas del partido-placebo que presentaba su brazo político, los miles de votos son menos de 16.502 en todo el país vasco –cifra que compila el quinto partido en la región por número de votos: eusko alkartasuna. Presumiéndoles un voto menos que éstos, sus posibles 16.501 darían para permitirles hablar en nombre del 4.3% del pueblo cuya voz asumen. Lleva tres minutos hacer los cálculos –en ese tiempo el pp, por ejemplo, es capaz de diseñar y pasar cientos de facturas al respecto- y cabe pensar que quien tiene tiempo para escribir algo más de 520 palabras defendiendo la suma de sus motivos, ha de tener 180 segundos para restar al 100% de la población ese 4.3% desde el que hablan. Sopesado el que nada obliga a sus miembros a saber sumar, extraña su descripción del pnv como un partido “cuyas ansias de dinero son insaciables”. Quizá porque sin reglas matemáticas, un 4.3% es mucho antes de ser suficiente, antes incluso de ser algo, cabe pensar que quien escribe sus comunicados lea sólo el 4.3% de las páginas de los periódicos, e idéntica proporción de las páginas de un libro de historia. De forma más precisa, no ha de descartarse que sus miembros lean el 4.3% de las letras de un renglón o, por lo mismo, entiendan el 4.3% de las razones con que se les intenta convencer. Eso explicaría la sensación bien afirmada de que no se trata con terroristas sino con analfabetos, a los que hubiera ido mejor si en vez de pasar las horas de clase mirando por la ventana los cuervos que luego habrían de anidar en sus cabezas, hubieran mirado a la pizarra y a los libros. Ya está escrito aquí que hace no mucho la Universidad de Salamanca retiró a franco cierto doctorado que aquel comprara en su día, y no por dictador u otras razones cercanas de la ética –que se podría-, sino por carecer de la cualificación necesaria, por dársele mejor mirar por las ventanas que atender. Dar público nombre de meros tontos a quienes aspiran a gobernar un barrio no aplacaría un ápice su enfado, pero quizá haría menos crispada la observación de esas tan generosamente llamadas negociaciones, al poder renombrarlas con un más ecuánime proceso de escolarización. Colegio perpetuo, o cuarenta años y un día de clase son cláusulas de ese internado que suenan, por lo demás, más prácticas, más aprovechadas teniendo en cuenta que en la lucha por el acercamiento de los presos, los colegios podrían albergar además a quienes, desde fuera, más ansían una ventana a la libertad cuanto más señala el maestro a la pizarra. Mientras los más recalcitrantes se inician en el vocabulario, uno sugeriría a los adelantados otegui y pernach empezar copiando mil veces por ¿cabeza? una frase sencilla: la definición de democracia, por ejemplo. Esto tiene la ventaja de que, gustándoles tan poco aprender cosas, pueden, cuando se les termine la pizarra, salir por la ventana y seguir escribiéndolo en farolas, papeleras, asfalto, muros, frentes ideológicamente cercanas. Pedagógicamente sólo se antoja más recomendable obligarles a leer un millón de veces el reciente comunicado de sus socios, o bien, en su caso, hasta que hallen dos frases seguidas que a ojos de un ser normal tengan sentido. Lo que les lleve menos tiempo.

05 junio 2007

El hombre que fue todos los días

El hotel Vernon, en el que los Doce Pescadores Verdaderos celebraban sus cenas anuales, era de esas instituciones sólo concebibles en una sociedad oligárquica prácticamente loca (…). Se trataba de algo descabellado, una empresa comercial exclusiva. O sea, no se pagaba por atraer a la gente, sino por espantarla. En el seno de una plutocracia los comerciantes tienen la astucia de ser más remilgados que sus clientes. Y se empeñan en crear dificultades para que su clientela rica y hastiada invierta dinero y diplomacia en superarlas. El dueño del hotel (…) había ganado una fortuna a base de dificultar el acceso al establecimiento. –escribió Chesterton al principio de su relato Los pasos extraños. Atraer a base de espantar es una técnica rentable si los espantados no se vuelven en tu contra más de lo que quienes cruzan el umbral de tu tolerancia permite amasar. Servirlo de primero en un restaurante entraña menos riesgo que hacerlo si has sido presidente de un gobierno, pero como avanza el relato tal es sólo cuestión de rentabilidad. En África hay países en los que es rentable una guerra civil, y no pocos presidentes de Estados Unidos llevaron y aún llevan esa promesa garabateada en el reverso de su programa. Si tienes verdadero talento quizá puedes incluso profetizar una guerra civil en tu país y luego transformar la paradoja en metáfora delante de los mismos que te escucharan lo primero. ¿Cómo se cuantifica el beneficio de poner en marcha una paradoja de amplio calado? Como su propia definición sugiere, la operación está sujeta a lo que se obtiene al contradecir la lógica más extendida. Esto es en sí una paradoja previa: como si cuantos más opinaran una cosa, más éxito espere al que insista en revelar justo lo opuesto. Es dudoso que espantando a tantos la caja registradora registre al final del día cifras suficientes. Con lo que se advierte la posible paradoja final: que no importe tanto lo que se gana o pierde contradiciendo la realidad, cuanto que la dimensión de lo subvertido alcance para garantizar al visionario una vida dedicada a ello. Que te paguen por clamar paradojas tiene mérito, que lo hagan por convertirte en una es heroico.

03 junio 2007

Derríteme otra vez

Uno llega a un glaciar, de él toma una piedra que pasara miles de años bajo el hielo hasta poder ser tocada por el sol, no hace mucho. La piedra va al bolsillo y ésta a la maleta, que atraviesa el atlántico. La piedra es un regalo que uno hace para contar de la paciencia de las cosas, como lección a aprender por quienes viven rodeados de ellas. La piedra duerme ahora al pie de una lámpara sita en una mesilla de noche. La metáfora no es peor porque el objeto que la representa pase de querer el sol a tener uno de 20 watios justos. Pero su significado exige no tener en cuenta lo decepciónante de su destino. Vuelto a lo vivo, ¿qué ocurre con la paciencia que otorga una recompensa que en lugar de disipar la oscuridad la engaña apenas? ¿a partir de cuánta luz de menos puede considerarse engaño? ¿cuánta paciencia te convierte en piedra antes de que la luz decida lo que te corresponde?