31 marzo 2007

aviso

se ha escapado del zoo una especie en extinción. o advenimiento. dice llamarse elefanteblanco.blogspot.es
a descubrir. agradece visitas. caña.
localizadas sus huellas en muros del trabajo y ceniceros exteriores.
y su estela, en pasillos. va por libre

Una de cal, otra de cabra

1. Recuerda Eduardo Vasco, director del Centro Dramatico Nacional, cómo Guillén de Castro es el segundo de los vates valencianos embarcados en el bajel que fletara Cervantes en su Viaje al Parnaso –y que arribara al teatro Pavón hace bien poco. Deuda bien pagada en tanto que inspirado en un motivo cervantino, estos días el mismo escenario acoge, de Guillén de Castro, un espléndido El curioso impertinente: pañuelo de amistad y amor que, a fuerza de torcerlo, se hace horca. Y ese pañuelo es el de Otello: un hombre enamorado de ella –y ella de él- cede su amor al saber que su mejor amigo la quiere para él. Así traicionada, ella se enrosca en el amor nuevo que le es impuesto –por obligación casa con él- y tanto llega a creer amarle que le ama, entonces éste –que ignorara el regalo que se le hizo- acude a su amigo para pedirle, consumido en celos sin razón alguna, que ponga a prueba la fidelidad de la mujer que ama. El honor, los malentendidos, la venganza, la ceguera se tornarán entonces puerta, lecho, delación, finalmente espada. Una vez más, el pasado no está detrás, sino dentro. –escribe Yolanda Pallín, autora de la versión.

2. Cuéntamelo de forma que no me lo crea –dice uno de los personajes. Y es justo eso: no hay forma de creerse nada. Tal y como se ha elegido representarla, hay en La cabra, o ¿quién es Sylvia?, del desdichado Edward Albee, dos obras diferentes: una la que trata de narrar Jose María Pou, otra -más como vindicación de Lina Morgán- la que grita Mercé Aránega. Uno querría escribir que los esfuerzos de uno y otra se anulan, pero no, ojalá: el desdichado Pou poco puede –en realidad poco puede querer, pues suya es la adaptación y dirección del montaje. El despropósito se completa haciendo irrelevantes, invisibles, a los otros dos protagonistas –Alex García y Juanma Lara- que saben a la misma credibilidad en escena de la cabra. Dos citas de Albee pueden leerse en la página oficial en internet de la obra: “La obra habla de los límites de la tolerancia: de lo que nos permitimos hacer o pensar nosotros mismos. Es una obra que al principio parece una cosa pero que va abriendo un abismo a medida que profundizamos en ella. Y creo que conmocionará y molestará a cierto tipo de gente... Con suerte habrá gente que se levantará de su butaca, amenazará con los puños y lanzará cosas al escenario durante la representación. Eso espero" Cabe pensar que la obra que declama Pou –para entendernos, el drama- tiene ingredientes para lograr la primera parte de la cita, pero es la segunda –la que enarbola Aránega- la que se apropia de la última parte de ella, o al menos con la que más me identifico yo, si bien por motivos distintos a los que tratara Albee. Con no menos absurdo de por medio, en una sala cercana podían verse por entonces dos obras de Harold Pinter en las que la mezcla de “trío” –en ambas hay un tercero que no habla- y “sinsentido” producen congoja, temor, incredulidad. Y aún puede gozarse la versión de Andrés Lima del texto de Peter Weiss Marat, Sade para apreciar –y depreciar aquella- cómo el escándalo como objetivo escénico es compatible con hacer pensar, sufrir, temer, reír o desear. “Por fin he escrito la función que me va a expulsar del teatro americano."-se lee también de boca de Albee. Sentencia qué haciendo mala, hacen buena. Qué despropósito, qué aberración tan similar a la que estos días, en un teatro de Caracas, transforma la Rosa Tatuada de Tenesse Williams en telenovela pura y dura. Para quienes la advertencia llegue tarde: ojo a la última escena de la obra: la cabra eres tú.

30 marzo 2007

horror. negocio

12 segundos de claridad

y qué placer ver a jorge drexler una y otra vez entre tanta oscuridad y tanta música varada.

De la noche al día de los teatros

Para no perderse: Tony Kushner como adaptador del texto de Corneille en La Ilusión, y como autor en Homebody Kabul, en La Abadía y teatro Español respectivamente; Marat-Sade, de Peter Weiss, y con Animalario tras la versión y delante de los textos, en el María Guerrero; El curioso impertinente, de Guillén de Castro, en el Pavón; Amor de Perlimplín con Belisa en su jardín, de Lorca, por segunda vez en seis meses en Madrid, aquella en japonés, esta en español. En el Español. Por un pelo, la espléndida Un enemigo del pueblo, de Ibsen, hasta hace unos días en el Valle Inclán, hoy de gira: http://cdn.mcu.es/obrasgira.php?leng=es.
Para perderse –y no llegar nunca al teatro: La cabra o ¿quién es Sylvia?, de Edward Albee.

29 marzo 2007

paris, venus

Una misma noche alcanza para ver Venus, de Roger Mitchell, y Paris je t´aime, coral como el tema. Hechas de las mismas limitaciones e idénticos deseos, de las mismas comprensiones de uno y los demás, la idea posible de amor –nebulosa y despejada en turnos ni claros ni previsibles- pasea ambas –clásica una, hecha de la atracción a través del desencuentro, y múltiple la otra, como las formas de amar y aquello que puede ser amado. Ambas, cree uno, dicen a estas alturas más del amor que del cine que lo expresa, asi que éste es un texto sobre lo que uno ve mientras se mediomaravilla de ver a Peter O´toole en el primer caso, y se medioaburre considerablemente en la segunda.
1. Meramente amable, cálida como el disco –que suena entero- de Corinne Bailey, y con un aire al pasillo fugaz que emparentara a Bill Murray y Scarlett Johansson no hace mucho, emplea el teatro Venus como metáfora de las distintas fases del amor: él –O´toole- viene de ganarse la vida como actor y cierto telón se le aproxima ya cuando se cruza con ella –jodie whitaker- que camina la vida sin la mínima dosis de diálogos propios o de talento o disposición para obtenerlos, asi que su encuentro -que, como ocurre tantas veces, no es el del amor sino el del encuentro de dos amores bien distintos- es el de un hombre impotente para lo que no sea ya sino un amar medio actuado –el teatro es un hábil artefacto del guión en esto- y una cuasiadolescente que cruza la película como mera espectadora, sin la menor idea de su papel en la vida y en la de él. Te dejo olerme el cuello –le dice. Y de puro perdida, casi le está diciendo te dejo me digas contarme a qué huele mi cuello. Sin mucha más ambición, esta es una película a la gloria de una leyenda octogenaria, y hubiera compuesto Peter O´toole un espléndido profesor Henry Higgins en My Fair Lady cuarenta años atrás. Que lo haga cuarenta años después es un inmenso monumento al talento de los pocos, poquísimos de quienes no necesitan a Cukor para construir su grandeza.
2. El amor puntiagudo que apunta –o se defiende- en todas direcciones ya desde el cartel, pierde casi toda su capacidad de punzar una vez transcurrida esta Paris je t´aime que bombea irregularidad a lo largo de sus dieciocho cortos. Cuatro de los cuales le parecen a uno espléndidos, no por nada los que, en tres de los casos, narran el sentimiento como un don que quita tanto como otorga. Bastille, de Isabel Coixet, narra el amor forzado por un deber moral que, a fuerza de alimentarse de ese débito, crea un amor real, necesario hasta hacer de él uno capaz de devastar una vez desaparecido el objeto del mismo. Place des victoires, de Nobuhiro Suwa, carga en el rostro fugaz del gran William Defoe la narración de más aliento poético de todas, en la que a una mujer que añora a su hijo desaparecido le es revelado, en el momento de ver cumplido su deseo, la fuerza con que siempre se añora un amor igual de fuerte que el que se alcanza. Distrito 14, de Alexander Payne, muestra acaso el amor más complejo, el más insondable, el más necesario posible: el que, ausente ese otro que da su nombre al sustantivo, permite contemplar el mundo como un lugar que te devuelve continuamente parte del prodigio, de la alegría de saberse amado: saberse, sentirse vivo. Si entendido el amor como el resultado de caminar hacia su logro, ningún relato tiene la profunda, honda emoción del recorrido de la turista que vaga paris hasta pararse en el banco de un parque a sentir lo que ningún espectador diríamos, tras verla, puede sentirse en ese momento.
Dejo para el final el que abre la película -Montmarte, dirigido por Bruno Podalydès- pues anticipa algo que no existe después: el relato de un amor pedido y hallado con dos formas de voluntad tan alejadas entre sí –listable, posible, hecha del análisis una, e imposiblemente poética por desinformada la segunda-, que, a diferencia del resto de relatos, ni palabras necesitaría para ser tan incomprensible, tan escasamente creíble en su porqué como transparente en lo que les traspasa. Justo ahí, al principio de un diccionario como la letra previa a las palabras que empiezan por ella, late la explicación más honda del sentimiento al que está dedicada la película: la ausencia de previsión y probabilidad, que es a la vez la de su extraviada explicación, hallazgo, búsqueda.

28 marzo 2007

100 grs. de patria

En días en que no pocos ladran por aquí, sin mucho pudor, llamando a sustituir las voces por bozales, memoria de Francisco Ayala, nacido en 1906, a tiempo de ver cómo el siglo entero probaba que las banderas se hicieron para componer mortajas que hicieran a caronte el viaje más vistoso. Escribió en su Muertes de Perro la escena de un can que es entrenado por un infeliz para ladrar el himno nacional del país en que transcurre todo, y de cómo -capricho enfrentado a capricho- éste es ahorcado para desolación del desdichado que tratara con ello de amaestrar no sé qué forma de deuda de orgullo o patriotismo

27 marzo 2007

y si siempre pasase todo

Sería más fácil, más informado, si, trimestral o semestralmente, todo partido en la oposición hiciera público por adelantado, a la manera de un programa electoral en tiempos de paz, su versión de la realidad, esto es, las políticas a seguir en cada uno de los temas, minuciosamente descritas a fin de hacer notar después, cada vez que el gobierno de turno se equivoque en cada minuto de decisión tomada, cuán acertadas fueron sus propuestas a la vista de cómo se desarrolla el mundo en cuanto alguien que no es uno ejerce el poder para función alguna. Fuera así, por escrito y avisadamente, y el país se ahorraría diariamente la impresión de que, como ha de ocurrir –no hay otra explicación- con el esperma acumulado en el cerebro de sus socios de la curia, más que un excedente de preclariedad lo que se extrae en baldes cada mañana de sus sedes es, lisa y llanamente, heces que no les caben dentro y con las que no saben qué hacer y de las que culpan a quienes pasan por la calle, y para los que desean no sólo la mosca en la oreja sino dentro, como ellos, de la boca. Sin ir más lejos –ni un centímetro-, la iglesia católica exhibía en público el pasado viernes sus opiniones sobrantes en barreños rebosantes de deseos de abolición del aborto en todos sus supuestos, de malestar por la posibilidad de divorcio, la promulgación de una legislación acerca de la eutanasia, o la condena de la promiscuidad sexual promovida desde las instituciones. No escasos medios de comunicación ofrecen también medidas concretas y probadas de cuán ventajoso puede ser adelantar sus previsiones acerca de cualquier aspecto de la realidad relacionado con las formas en que el gobierno las acomete, pues ello evita tener que cambiar la portada y no pocos de sus contenidos, y sólo una incierta suerte, o ese extendido gusto por la ventriloquia, les evita el prodigio de que sus lectores u oyentes prescindan de encender el periódico o la radio para escuchar lo que ya saben desde hace semanas o años. Uno no ha tratado de leer sus propias heces, y quizá en ellas esté el oráculo más claro posible –algún cáncer se lee en éstas- y por eso extraña que, en lugar de recurrir a métodos de lectura más higiénica –el café, las manos, una baraja de poker- se escoja desayunar a gusto con las manos o los oídos inmersos en las primeras. Extraño bouquet que, pronunciado, desde las tripas, en ese español no vendido a las hordas, suena hoy a boicot.
Hay una escena en la soberbia Cartas desde Iwo Jima en que a un pobre soldado al que toca vaciar la bacinilla llena de las heces de sus compañeros –suicidas a la postre, por cierto, a la salud de dios sabe qué honor-, ha de asomarse para ello al exterior y en ese trance casi deja la vida al arriesgarse a no volver sin ella, como quien guardara como sagrada la opinión más profunda del grupo al que pertenece. La cordura, lejos, también en balde.

26 marzo 2007

una, grande y mía

1. Leído en elpais.es, 18.3: “el presidente del bbva dedicó la mayor parte de su tiempo de respuesta a los accionistas a aclarar que su remuneración, que alcanza los casi 20 millones si se suma el salario, el bonus variable trienal y la aportación al plan de pensiones, "puede parecer alta", reconoció, y éticamente "discutible", aunque defendió que está en línea con las de otras grandes empresas, y se calcula "en función de los resultados, el trabajo y la creación de valor que pueden aportar". La petición de una paga extra para los trabajadores, solicitada por comisiones obreras (y concedida en el santander), no tuvo éxito "porque la remuneración de la plantilla no se hace a corto plazo", dijo el presidente. gonzález destacó "el compromiso de integridad exigible a todas las personas del grupo". Alabó el nuevo sistema de gobierno corporativo "que impulsa la integridad de toda la organización". También resaltó otra normativa interna, cumplimiento, que asegura que el bbva sea escrupuloso con la ley. "Nos diferenciamos por los principios éticos", apuntó el presidente.”
2. Leído en El Pais 19.3, la opinión del psiquiatra Christophe Dejours acerca de los tres suicidios ocurridos en un plazo de cuatro meses en un centro de ingeniería renault, donde los objetivos son producir 29 modelos en 2009 con el personal con el que, hasta hace poco, habrían hecho 10: “la revolución informática liga una persona a un ordenador. La evaluación individual pasa a ser posible y antes era colectiva. Eso separa a los asalariados y les lleva a competir entre ellos, destruyendo la noción de trabajar en equipo”.
3. El mismo día, abierto en canal el periódico, esto se lee a la derecha: “las empresas del ibex 35 dan trabajo a 1,15 millones de personas. En ellas, la facturación por empleado mejoró en 2006 un 5,44% respecto al pasado ejercicio. El beneficio por trabajador creció un 16,96%”.
Hecho del afán por hacer de la competitividad al tiempo la pirámide que permite observar el cielo y el cuchillo con que se maneja, la transformación de lo solo en lo vulnerable, lo mejor que los demás en aquello que apenas significa más solo que ellos. Imagínese un gráfico que lo cuente, uno en el que la línea de beneficios record, que año tras año cosechan las multinacionales, sea una más delgada según crece, a medida que el ascenso deja sin oxígeno a quienes la transportan hasta allí.

25 marzo 2007

cigarras

Sólo convergencia y unió parecería socio posible del pp si éste llegara a poder gobernar en coalición tras las próximas elecciones generales. Y en ese cesto se hallan probablemente todas sus manzanas, pues agusanar el resto del paisaje que te rodea sólo ha de lograr que nacionalistas vascos e izquierda unida se sientan más seguros –o sólo más cuerdos- próximos al psoe. Esa se diría la gran apuesta: o mayoría absoluta o más destierro. De tanto separar, la tierra a que aferrarse podría quedarles mañana tan lejos de las manos, como de las hemerotecas hoy.

24 marzo 2007

tender is the death

Se acabó Lubitsch, peor aún : se acabaron las películas de Lubitsch –cuentan dijo Hawks en el entierro de aquel. Muerto Altman, la losa cae también sobre una forma de hacer cine -o de deshacerlo si juzgado su gusto por ir a la contra- que, desde su adaptación de los relatos de Raymond Carver en 1993 –short cuts-, deja al menos otros dos engrasados mecanismos de relojes múltiples –Gosford park- y esta esplendorosa Prairie Home Companion. De una generosidad inusual hacia la historia y no, como habitual, hacia quienes la encarnan, las tres conforman una forma de cine horizontal, en el que la acción avanza a la vez en un hilo desglosado en el que ni una sola de sus hebras se quedara atrás o debajo, rara forma de metrónomo. Prairie Home Companion honra su visión de múltiples maneras, donde póstuma refiere vitalista, honda, poética. En ella hay ángeles exterminadores y profetas de lo inmobiliario que se suben al mismo coche al mismo tiempo; también un escenario que vigila un detective extraído de otra era, y al tiempo trozos de otra era –la radio en la Norteamérica de los 50- que ya sólo cabría encontrar en el mundo con la ayuda de un detective. En ese cine que resuelve prescindir de un actor que, a base de primeros planos, se convierte en la historia, suplantándola, asoman cuantos quepan en el plano. Precisamente la lucha, ausente, por ese plano es, como un reverso, la historia de la película: una acerca de la supervivencia de una forma de hacer radio –hablada, cantada, anunciable- que ya sólo en ese medio respiraba; acerca de una generación de hombres de radio e intérpretes de música folk que prestaban su voz, en el mismo minuto, a una canción, un anuncio, y a un discurso patriótico, de ser necesario. Sobre esa generación a punto de perderse gravita la postura de dandy, a lo gran gatsby, que borda el detective Kevin Kline tanto como el guión la sutil presencia del perdido Francis Scott Fitzgerald, que contempla, desde un palco, entre las sombras, tanto el ocaso de lo que fue como el más deseable de lo que viene a sucederle. No poca grandeza de ese amargo desvanecerse está en el inmenso Garrison Keillor –guionista, por lo demás, de lo que en la película no es sino su profesión real fuera de ella: hombre de radio-, por el que fluye el ir y venir de los demás como por su inalterabilidad el bien y el mal, el acto de empezar y la tragedia de terminar, tal si supiera que lo que le permite ser escuchado a miles de kilómetros es apenas una forma fugaz, al tiempo viva y muerta, inasible, inevitable, inmune como el ángel que se pasea por la película para dar y quitar como quien ordena un cancionero. Impertérrito como un rompehielos, Keillor carga sobre sí ese peso como si la estrella más luminosa empleara su brillo en mirar hacia otro lado, en procurar la visibilidad de los demás. No sin justicia poética, el último de los semiprotagonistas semicentrales de Altman honra así su cine como el postrer ejemplo de una narración más interesante, más honda, más arraigada en el mundo cuanto más poblado el escenario en que sucede. Se estrena hoy en Madrid.

23 marzo 2007

el precio está detrás

Un librero puede ser la persona que guarda en una bolsa lo que compras, o ser el que deja de poseer libros espléndidos para que pueda tenerlos uno. Lo segundo no implica necesariamente esperar que para ello los haya leído todos –y a idéntica generosidad aspiro a cambio-, basta que uno sienta que aprecia, como uno, lo que pasa de unas manos a otras. Es una forma de juicio que, como en todo gusto raro o virtualmente incompartible, tiene quizá aspecto del acompañamiento que ha de aproximarse a la necesidad de solidaridad que no sólo está ahí cuando invitado al libro ajeno, pues tampoco sabe bien uno para quién escribe, pero si, logrado aceptar la propia obra como una a la que ha de ponérsele precio, las manos de quien ha de hacerse cargo de elegir aquel a quien yo desconozco son unas valiosas, como de matrona que, en nuestra cabeza, sólo dejara de sostener las tablas de la ley para sostener y cobrar nuestro libro. No escoge el librero a quién vende qué, pero si el acto de comprar es tantas veces uno dubitativo, pudiera el librero compensar –completar- el aprecio del libro que no necesita menos quien lo escribe que quien lo adquiere. En ese trasiego de inseguridades uno es afortunado pues, sin necesidad de preguntar qué compro cuando lo hago, sé que, en ese fugaz momento en que los libros están dentro de una bolsa y ésta pasa de las manos de mi buen librero de la pza. de Santa Bárbara a las mías, los libros son de ambos. Para alguien que ama algo que se extingue, ningún momento es comparable a pelearse con otro por lo mismo.

azuloscurocasimío

Hacer memoria sea, acaso, justo eso: construirla más que exhumarla. Y así, uno cree recordar que cuando joven –en el día interminable que empieza a los diez y sigue siéndolo a los veinte- existían noches que no querían serlo: noches de una claridad que permitía al tiempo ver la noche y el día siguiente, noches de un azul sin negros, del azul de los bebés. Y aunque nada explique esto, quizá tenga que ver, de un modo raro que no entiendo, el que uno pasase el día entero en la calle y entonces la llegada de la noche permitiera, por cortesía a la fidelidad del público, ser contemplada así, bajo una luz que hoy no concibo. Otro tipo de claridades han llegado –o eso cree uno- con los años, pero no aquella que hoy vino a la memoria en la oscuridad de una sala de cine, mientras contemplaba el azul espléndido de los ojos de Peter O´toole, cercanos ya a cerrarse como las noches traicioneras, que no han de ser, en el fondo, más que la ausencia del azul y la frecuencia, en su lugar, del negro. Tanto paseas, tanto azul tienes. Si va a quedarse en teoría, que suene elegante.

22 marzo 2007

el viejo libro y el mar

El mar es una de las primeras orillas que sale al encuentro en el primer libro –biblia significa justo eso: libros- que salió de la máquina de Guttemberg, y a la luz del destino de tantos de aquellos viajeros que salieron del arca, uno piensa cuánto mejor hubiera sido que dios hubiera sumergido a noé en las instrucciones para fletar una imprenta. Sólo la biblia contiene 73 libros, acaso uno de ellos hubiera sido enviado a buscar una rama de olivo, quizá habría ido caminando sobre las aguas y hoy los libros serían, con suerte, ignífugos a prueba de tribunales compuestos por los asnos que descendieron de aquellos burros y no leyeron los libros suficientes antes de ordenar quemarlos. Cervantes hizo zarpar a los poetas malos en su viaje hacia el Parnaso, Shakespeare sugirió un mago cuyo poder sobre las olas emana de los libros leídos en su exilio en la isla a la que castigado. Quizá de vuelta de ella, Darwin descendió del H.S. Beagle en 1836 y con él, dentro de un libro, bajaron del barco millones de chimpancés, uno por persona que hubiera vivido o vivirá. Algo después, Kafka fabuló acerca de un mono -pensemos reencarnación de aquel Calibán- con la capacidad de hablar –y a la postre, leer- que, capturado y transportado enjaulado hacia europa, desdeña romper los barrotes pues a un ahogamiento sólo otro sucedería. Con toda certeza faltos de riego, trataban sus inquisidores a los libros de la mano de Ray Bradbury. Neruda una isla negra, Twain el Mississippi, Virgina Woolf –más humilde- el faro y las olas, la isla del tesoro Stevenson, el 75% de Homero es agua – sangre el otro 75%. Ya hace poco, Julian Barnes botó uno de sus libros de relatos con uno en que una docena de arcas van hundiéndose una a una, como el rinoceronte que esperara Durero y, que a pique el barco que lo transportara, hubo de ser semiinventado por aquel y es el que está en libros de todo el mundo. Si el arca un estuche de dios, y quizá no por nada el libro que lo mece –génesis- guardado en un nombre –pentateuco- que en vez de referir los libros, designa el estuche que los contiene, a favor de ese juego de cerrojos regalé hace años el libro de Barnes a un amigo pintor que durante un tiempo pintó arcas sobre yeso, enseña literatura y tuvo un barco cuando pequeño. El volumen breve que es la espuma. O ese otro libro, la caracola.

para jams.

20 marzo 2007

pato!

A lame duck allí, un ánsar aquí. O si tan observable es saber, por mucho vuelo y tan arriba, de qué pie se cojea, cómo hacen las extremidades que quedan en el suelo para creer que un paso es necesariamente una patada.

16 marzo 2007

más allá de las mentiras

El capitalismo consiste en un estado de guerra permanente en el que el hambre triunfa sin tregua sobre el hombre.

(Alba Rico 2003, "La ideología de la globalización (Reflexiones sobre el hambre)", Ponencia en el curso de verano sobre Globalización organizado por la Universidad Carlos III en Villablino, León)

correo

Querid@ amig@:
1. En democracia, la participación en los asuntos
públicos se realiza mediante el ejercicio de una serie
de derechos, el de manifestación, el de votación, el
de libre discusión, etc. Todo eso es parte de este
juego democrático, antes que los procedimientos
legales que los regulan. Lo que hemos visto ayer en
Madrid obliga una reflexión muy seria. No se trata de
que el PP no tenga derecho a manifestarse. Lo que no
tiene derecho es a manifestarse así, estilo
"batasuno", buscando un tipo de enfrentamiento y
enconamiento entre la gente basado en el ejercicio
puro y simple de la manipulación de los sentimientos
más bajos, los tribales, los que apelan antes al
prejuicio que al juicio. Contra todo eso es preciso
movilizarse.

2. El término "franquismo sociológico" se refería a
esa gran masa social que no quería comprometerse, que
"no se metía en política", que "iba a lo suyo", que se
decía "no te signifiques". Por eso duró tanto tiempo
el propio franquismo; no por los franquistas
militantes, o por los falangistas, sino gracias a esa
masa inerte, amorfa, que "pasaba"; manipulable y
dirigible, una vez convertida en "masa", como
genialmente explicó Elías Canetti en "Masa y Poder".
Bien, esa es la masa que el PP está tratando ahora de
convocar, de movilizar, de empujar. Una vez convertida
la ciudadanía en masa, sabe bien el PP que los tibios,
los desinformados, los que pasan, no ofrecerán
"resistencia" al empuje de una corriente general más
sentimental y emocional que política; de ahí el empleo
y la apropiación abusiva de los símbolos, las
banderas, los himnos, todo aquello que busca conmover,
emocionar. Contra todo eso es preciso movilizarse:
hablar con la gente, con los amigos, no perder la
iniciativa en los pequeños círculos de opinión, los de
la cotidianeidad.

3. Es preciso volver a repasar los principales
argumentos: a saber, la manipulación permanente del PP
desde el día que perdieron las elecciones del 14 de
marzo con el único objetivo de recuperar ese poder.
Acumular inútilmente epítetos descalificatorios contra
los llamados "neofachas" sirve de poco. Las mentiras y
falsificaciones se han ido sumando, unas sobre otras,
desde "España se rompe" en Cataluña pasando por la
"Teoría de la conspiración" del 11-M, la de la
disgregación nacional con los nuevos estatutos, la de
la vuelta a la Guerra Civil con la Ley de la Memoria,
la de la destrucción de la familia con la Modificación
del Código Civil para permitir el matrimonio entre
personas del mismo sexo, la de la intromisión en la
libertad de los padres con la nueva LOE y la
introducción de la asignatura de Educación Ciudadana,
la de España coladero de delincuencia con la
regulación de los inmigrantres ilegales y ahora, la
última, la idea de que es el Gobierno el que cede ante
ETA por el caso De Juana con el verdadero y oculto
objetivo de "modificar España en diálogo secreto con
Batasuna" (M. Rajoy). Todo ello puede ser muy burdo o
muy irreal, pero puede también ser efectivo.

4. El "Partido de los Patriotas" de hoy es un partido
moderno, que utiliza muy bien tanto las técnicas de
mercadotecnia como las correas de trasmisión
tradicionales enlazadas con los distintos movimientos
de base y sociales afines. Los tienen y los están
empleando con profusión para presentar agendas
"independientes" que directamente no quieren
presentar, aunque de inmediato asumen sus
planteamientos. Este es el papel que está jugando la
Conferencia Episcopal y sus asociaciones afines, Foro
Español de la Familia, Concapa; la AVT; las
plataformas locales en distintos lugares con episodios
como la tergiversación del affaire de los Archivos de
Salamanca, devueltos a sus legítimos dueños, y tantos
otros ejemplos que se nos pueden ocurrir. Cada
organización de base ha ido convocando sus distintas
manifestaciones masivas a lo largo de estos tres años.
Todo ello bien agitado, recogido y amplificado por
profesionales medios de desinformación como
Telemadrid, El Mundo, La COPE, numerosos periódicos y
radios locales, y por periodistas y tertulianos cuya
verdadera profesión es la de canalizar esas "ilusiones
necesarias" (N. Chomsky) al servicio del poder
tradicional, del de siempre, del de "la gente sensata
y de bien" (M. Rajoy), presentando como verosímil lo
que sólo es propaganda.

5. Las mentiras sumadas y repetidas, como decía Joseph
Goebbels, Ministro de Propaganda nazi se convierten en
verdad. O pueden pasar por verdad, y esto lo sabe su
discípulo Acebes, el Manipulador Mayor del Reino. Así,
quien defiende el indoctrinamiento religioso ortodoxo
en la escuela desde los seis años no tendrá empacho en
declarar contra la LOE: "Los jóvenes quieren una
educación en libertad, sin imposiciones, sin alguien
que les diga cómo pensar" (Ángel Acebes). La
conclusión de todo esto sólo se mide en cálculo
electoral, frío y duro. Estamos ya en campaña, una
campaña de un año, con dos citas en las urnas. La
derecha está movilizando a sus bases, para amedrentar
psicológicamente a esa masa inerte de tibios y
desinformados. Quien no desee ver de nuevo a esta
gente en el poder tiene que hacer otro tanto, y esto
es difícil, porque la gran base social progresista
funciona mejor "a la contra"; no cuando está
gobernando. Además, la izquierda (sea lo que esto sea
hoy), por feliz tradición y convicción, y por haber
estado fuera del poder en España durante casi toda su
historia no es monolítica, no cierra filas con
facilidad, salvo en circunstancias muy extremas. Así,
y aún habiendo votado a Zapatero hace tres años, es
patrimonio de la izquierda el poner sobre la mesa los
aspectos críticos con la gestión antes que los logros.
Y eso está muy bien, porque siempre se quiere ir más
lejos, o de otra manera, porque cada corriente o
sector tiene su idea de cómo se deberían hacer las
cosas.

6. Conclusión de lo anterior. Es fundamental una
movilización desde ahora mismo, compleja, porque se
trata de movilizarse contra un Riesgo, contra una
posibilidad, lo que entraña siempre una doble
dificultad adicional: la de pensar que tal riesgo no
existe, la de no identificarlo concrétamente. Por eso
es preciso movilizarse: decirle a la gente que esos
cavernícolas que se han apropiado del rojo y gualda,
como también se han apropiado del "Libertad sin ira"
que nunca cantaron durante los años de plomo, y que
representan la derecha más rancia de Europa, salvo la
polaca, sí pueden volver. La responsabilidad de que no
vuelvan "estos" es de todos y de cada uno de nosotros.

10 marzo 2007

fragmento

mírenlo bien

del Coño

emblema nacional del país de la coña

de todos los coñones que se encoñan con el coñesco

país de la coñifera coña donde todo se escoña y descoña

y se va para siempre al sacroñisimo Coño

del coño

símbolo de vuestra encoñante y encoñecedora coñadura

coñisecular

de la coñihonda y coñisabidilla coñería de la

archicónica y coñijunta coñición coñipresente

del Coño, coño!


J. Goytisolo, Reivindicación del Conde don Julián, p.172

08 marzo 2007

con el agua al cuello de los otros

Hay en El enemigo del pueblo, de Ibsen, una escena en que el lugar de un hombre en la sociedad es juzgado a mano alzada por quienes, al tiempo que levantan una para hundirle, emplean la otra para aferrar la suya e impedirle, siquiera, levantarla para afirmar que él, aunque casi sólo, cree en alto contra todos. Uno no está seguro pero cree haber visto ya a ese hombre –Francesc Orella- haber leído textos de Malraux e Ionesco en sendas obras, dentro de un hombre solo en ambas, rey en el segundo que moría bajo un sofá mientras llovían tapones de botellas de champán, y que en el primero, tras leer, ya acabada la función y como actor, un manifiesto contra la guerra de Irak vio cómo un hombre se levantaba y le acusaba de no ir al teatro para escuchar eso. Quizá como parte de ese aislamiento e incomprensión antiguos, gritaba anoche Orella su verdad sin oídos delante de los de varios actores pertenecientes a la compañía de aquel mismo teatro en que le fuera tan mal y tan solo. Se llena el escenario, en la obra de Ibsen, de figurantes que tienen por objetivo levantar la mano contra el hombre solo, asi que son unos treinta cuando toca y apenas tres –su familia- la que erige la mano para afirmar la decencia del vejado. Levanté la mano en ese momento, quizá harto de la soledad de un hombre cuyas acciones nunca son aplaudidas mientras dura la obra, cualquier obra, pero también , y por azar, dado que en ese momento sólo la mía podía ver el corrupto que, con la vista puesta en el público, pide esas manos a sus espaldas como quien la declaración de culpabilidad. Hubieran, por un momento, hecho lo mismo todos en el patio de butacas. Imaginar eso. La cara de Orella, por fin.

07 marzo 2007

llorar de risa

El humorista José Luis Coll ha fallecido esta mañana en el Hospital La Paz de Madrid, donde había ingresado apenas 24 horas antes. La muerte de Coll, de 75 años y natural de Cuenca, se ha debido a un fracaso multiorgánico provocado por una larga dolencia cardíaca. Coll, de 75 años y natural de Cuenca, formó durante 30 años junto con Luis Sánchez Polack, Tip, que murió en 1999, el dúo de cómicos más inteligente, surrealista, estrafalario y delirante de este país. –ahora mismo, en elpais.es. Era el tip último un genio del absurdo y lo descarnado, volcados ambos a la velocidad de la más clara lucidez. A uno le dolió mucho su muerte, y aquella hilera de dicha a él debida se antoja igual de justa que la que se lee hoy en los adjetivos puestos en fila para honrar a su compañero de trabajo: inteligente, surrealista, estrafalario y delirante. Ni uno de ellos sobra, ni uno es más generoso en la muerte de lo que fue ecuánime en vida. Nunca se ríe uno igual, aunque la risa sea la misma, y tanta es a veces la deuda que al leer la muerte de quienes la enseñaran, como producto del fracaso multiorgánico, en realidad está hablando de lo que no logra conservar la sociedad que, desde fuera, lo necesita igual hoy que hace 30 años.

03 marzo 2007

La botella medio naufraga

Refiere el taxista cómo sólo se emborrachó dos veces en su vida, y en la duda de si eso supondrá que no beba en absoluto, rápidamente admite beber pero no emborracharse. Catorce, quince cubatas –dice- a partir de ahí, mal.

02 marzo 2007

cla y lo que sigue

Creo se llama cla a la figura que, anónima y pagada, y como liebre en patio de galgos, iniciaba antaño el aplauso al fin de las obras de teatro. Y como vocablo de apariencia interrumpida, tanto pudiera abreviar lo que de ojeadora tiene la claraboya; lo que la claustrofobia de impaciente; el claroscuro de literal en una sala, apagadas las luces; o la clasificación de ordenamiento. Uno se lanzó hace unos días a hacer de cla, al final de una obra de harold pinter, y en lo fugaz en que las luces permanecían apagadas y los aplausos encendidos, uno sentía lo aventurado, lo improbado de esa iniciativa, el miedo a que los focos se encendieran súbitamente y lo que uno hubiera aplaudido fuera el tránsito de un acto a otro y no el telón. Asi que mientras permanezcamos a oscuras y anden las manos ocupadas, tienes una oportunidad.